No vale acostumbrarse: esta no es la educación que queremos

Pasaron 100 días de Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio y la cursada virtual del primer cuatrimestre en muchas universidades está terminando. La Universidad Nacional de Córdoba inició con clases virtuales y finaliza el cuatrimestre con la compra de la licencia de “Respondus”, un supervisor electrónico de exámenes. Estas son algunas reflexiones que se anclan en qué paso con la universidad en estos tiempos de pandemia a partir de intercambios entre compañeres y docentes.

Por Belén Romero* y Carla Bilbao*

La emergencia sanitaria vino a explicitar y profundizar aún más las desigualdades existentes: el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) es mucho más difícil para quienes tienen un trabajo informal, para quienes viven en condiciones de precariedad y hacinamiento, para quienes conviven con su agresor. Por otro lado, en los espacios formales, en las instituciones públicas y privadas, en las empresas, en las universidades y en las escuelas sucede que se quiso y se quiere seguir, seguir y seguir, como si esto hubiera sido un pequeño impasse. 

¡Y no! ¿Como sociedad logramos dimensionar que estamos en una pandemia? PAN-DE-MIA. Según la Organización Mundial de la Salud es la “propagación mundial de una nueva enfermedad”, un virus para el cual lxs humanos no desarrollamos inmunidad. Más allá de que para algunes no haya que exagerar tanto, u otres sostengan discursos de miedo, creemos que nada puede seguir así como así. 

Terminamos el primer cuatrimestre. Para quienes elegimos estudiar de manera presencial es el primer cuatrimestre virtual de nuestras vidas. No es nada nuevo, pero hay que remarcar que el paso de la presencialidad a la virtualidad se hizo forzosamente. ¿Por qué? o ¿para qué? De algo que sí estamos seguras es que esa intención responde al querer cumplir a modo burocrático con un calendario académico y con cierto nivel de productividad que no debe parar. 

Si concebimos que la práctica educativa debe ser situada, histórica y contextual (Bambozzi, 2005, Innocenti, 2016), ¿se puede tener las mismas expectativas/intenciones que se tuvieron durante años? (en la “vieja normalidad”). Situarse no es para nada colocar la estructura que se desarrollaba en la presencialidad a  la virtualidad, como si el proceso de transmisión y aprendizaje fuera neutro. 

No se trata sólo de acceso, sino de condiciones estructurales

Este paso a la virtualidad se choca con condiciones estructurales que, si ya lo hacían antes, ahora ponen más de manifiesto la precarización de nuestres docentes y la exclusión histórica del sistema universitario de los sectores populares. De quienes no tienen para comprarse una apunte y menos una compu, de quienes tienen hijes y/o cuidan a otres, de quienes no pueden conectarse a internet, de quienes viven en condiciones precarias y de hacinamiento, de quienes trabajan. 

En fin: pone de manifiesto que, si no te está manteniendo tu vieje y puede, aún en esta crisis, seguir bancándote a la distancia y pagando tu alquiler, tenés que replantearte muy profundamente si querés estudiar en la universidad.

Una campaña de visibilización de la Federación Universitaria de Rosario en conjunto con docentes plantean como preguntas: “¿No te encontraste limpiando el baño y poniendo el lavarropas mientras escuchabas los mensajes para una clase y pensabas en el próximo trabajo práctico? ¿No te estás ocupando vos de que les niñes de la casa tengan las cosas ordenadas, se alimenten y puedan hacer sus tareas, mientras tratás de contenerles en sus angustias independientemente de la tuya? ¿No estás renegando con la computadora y tu falta de experiencia en las clases virtuales mientras estás pendiente de que la intimidad del hogar no quede expuesta frente a terceres?” Y ni hablar de quienes no tienen en su casa un lugar para que escuchar o dar sin ruidos una clase virtual, o quienes tienen la incertidumbre de qué va a pasar con su trabajo.

Un relevamiento de la Secretaría de Asuntos Estudiantiles de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UNC muestra que el 40% de sus estudiantes no tiene una computadora propia para estudiar. Organizaciones estudiantiles generamos herramientas que claramente son paliativas. Sabemos que con una compu e internet no alcanza, que hay condiciones estructurales que atender.  Y también sabemos que en estas condiciones estructurales, destinar presupuesto a “Respondus” -un software de control que parece tener como objetivo que les estudiantes no nos copiemos en las evaluaciones- tampoco es prioridad.

¿Qué educación queremos construir? Presencialidad y virtualidad

Nos paramos a pensar ¿por qué? ¿Para qué migrar nuestra estructura presencial a la virtualidad? Pero sobre todo: ¿qué proyecto de educación, para qué futuro, estamos construyendo? ¿Cuál es el lugar de les docentes y de les estudiantes en una pandemia?

La educación a distancia no es una novedad, es un modelo instaurado y afinado por las universidades privadas a lo largo de los últimos 25 años, que responde a la necesidad mercantil de instrucción profesional y del rápido ingreso al mercado de servicios profesionales y técnicos para las grandes empresas.

Hoy nuestra educación pública se está pareciendo cada vez más al sistema de instrucción mercantil y empresarial que habilitó la Ley de Educación Superior en 1995, caracterizado por la organización de contenidos en torno a las necesidades técnicas del mercado, supresión del sentido crítico y aislamiento de les estudiantes en torno a un recorrido académico solitario de lógicas competitivas, complementado con la robotización de les docentes, que les reduce a meros transmisores de contenidos. 

Se parece más a eso que a un sistema de educación pública, con ejes en el servicio al bien común, la ampliación de derechos y la liberación material y espiritual de nuestres compatriotas que -en su gran mayoría- no accede a la educación superior y aún así financian dicho sistema (Eduardo Rinesi, 2016).

Pero lo que estamos diciendo no es nada nuevo, es el debate central de la cuestión educativa de los últimos 25 años, que se ve profundizada en este contexto de pandemia que nos “obliga” a utilizar la metodología propia de la instrucción profesional  mercantil. 

Entonces ¿qué estamos perdiendo con esta profundización metodológica a un sistema de instrucción mercantil en detrimento de un sistema de educación pública? Al aventurarnos a pensar que los problemas de la educación en esta pandemia se reducen a una cuestión de acceso, de infraestructura, que todos los problemas se solucionan repartiendo notebooks, liberando datos, armando protocolos de exámenes virtuales y simplificando el traslado de lo presencial a lo virtual, estamos reduciendo nuestro sistema educativo. 

Estamos perdiendo la intención fundamental de la educación en pos de la mera instrucción profesional, estamos relegando comunidad en pos de individualismo, estamos diciendo que el rol docente puede ser reemplazado con un pdf y clases grabadas, y que les estudiantes sólo somos la futura mano de obra calificada de alguna empresa que nos compre. Es bajarnos el precio, a todxs; es en algún punto negar nuestra condición humana, nuestro crecimiento personal y colectivo a través de la educación (Guijarro y Linares, 2018).

Estamos perdiendo el encuentro y la comunicación. Esta nueva forma de tener clases viene acorde a una sociedad del espectáculo, de la mediación. Como dice Chistian Ferrer, citando a Guy Debord: “El espectáculo desdeña la experiencia vivida, la actividad conversacional y la sociabilidad espontánea, es decir, desestima la reunificación de la comunidad como movimiento inventivo de sí mismo”, y agrega que para Debord “lo que es experimentable no puede ser representado, y que la contemplación de simulacros o la estimulación sensorial por medios técnicos son sucedáneos vitales decididamente insuficientes”.

¿Esto vino para quedarse? Encontrarse, discutir, no acostumbrarse

Hay que estar atentes, no bajar la guardia, que esto no venga para quedarse. No nos acostumbremos. No caigamos en el mero individualismo de que les docentes son nuestres enemigues porque no pasan la información como quisiéramos, o porque no están dispuestes a seguir precarizándose sacando ideas para tomar exámenes de la galera. Todes estamos en esta.

Nosotres, quienes transitamos la educación pública todos los días, hijes de les reformistas, discutamos, nos encontremos, docentes, estudiantes, actores universitaries, a pensar cuál es nuestro rol en este momento. Seamos protagonistas, reclamemos lo urgente y también exijamos cambios estructurales para la educación pública que queremos, que ideas no nos faltan. Nunca nos acostumbremos.

Por Belén Romero* y Carla Bilbao* para Notas - Periodismo Popular

*Militante de La Mella Feminista y Popular en la UNC, consiliaria estudiantil y estudiante del Profesorado y Traductorado de inglés

**Militante de La Mella Feminista y Popular en la UNC, licenciada en Comunicación Social y estudiante del Profesorado en Comunicación.

Referencias:

Bambozzi, Enrique. Escritos Pedagógicos. Córdoba. Editorial El Copista. 2005. Escritos 1 y 2. 

Degl’ Innocenti, Marta (2016). Herramientas para la construcción de una Pedagogía de la Transmisión. Universidad Nacional de Lomas de Zamora; Facultad de Ciencias Sociales; cátedra de Pedagogía.

Díaz de Guijarro, Eduardo y Linares Martha (2018). Reforma Universitaria y Conflicto Social 1918-2018

Ferrer, Christian. “El mundo inmóvil” (Prólogo de “La Sociedad del Espectáculo”), en La Sociedad del Espectáculo de Guy Debord. Biblioteca de la mirada. Buenos Aires: La Marca Editora, 1995.

Rinesi, Eduardo, 2016. Filosofía y Política en la Universidad

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