El pacto de silencio, el rugby y el crimen de odio

El asesinato de Fernando Báez Sosa corona una larga lista de violencias que han tenido a rugbiers como protagonistas. El caso de Villa Gesel, el asesinato de Ariel Malvino en Brasil, las decenas de denuncias de acoso y abuso sexual no son casos aislados sino que forman parte de una manera de ser y estar en el mundo. El pacto de silencio entre caballeros que ni la UAR rompe. Clase, hegemonía y deporte de la Argentina blanca.

Sin muestra alguna de arrepentimiento y alardeando de un consumado pacto de silencio, Máximo Thomsen, Ciro, Luciano y Lucas Pertossi, Enzo Comelli, Matías Benicelli, Blas Cinalli y Ayrton Viollaz se negaron a declarar en el juicio oral que los señala como responsables de matar a golpes a Fernando Báez Sosa en la madrugada de mediados de enero de 2020. Fernando Báez Sosa de 18 años, era hijo único y quería ser abogado. Prestaba servicio comunitario en el "Proyecto Servir" que ayuda a gente en situación de vulnerabilidad en la provincia de Buenos Aires.

Desde el inicio del juicio, la cobertura mediática abona el discurso del ojo por ojo como una forma de aislar el hecho de su contexto, como una manera de señalar a un grupo insólito de ovejas descarriadas. Por eso mismo resulta imprescindible pensar la muerte de Báez Sosa no como un hecho episódico sino como un crimen de odio. El fruto madurado de años de discursos racistas, de educación elitista y de desprecio por el otro.

Los datos hablan por sí mismos. El 19 de enero de 2006, Ariel Malvino de 17 años murió a causa de los golpes que le propinaron cuatro jugadores de un club de rugby de Palermo. Ninguno fue condenado. En octubre de 2020 varios integrantes del Rugby Club San Isidro golpearon sin motivo a un adulto mayor que se encontraba en estado de ebriedad e indefenso y lo grabaron con sus celulares.

En febrero de 2018, cinco jugadores del club de rugby de la localidad bonaerense de Monte Hermoso golpearon al joven Emanuel Eduardo Díaz de 17 años, que fue hospitalizado en estado grave e intervenido quirúrgicamente por un coágulo de sangre en el cráneo. Agosto de 2019, integrantes del Rosario Rugby Club fueron condenados a pagar 600 mil pesos a tres jóvenes a quienes golpearon tras una discusión en una fiesta. La lista sigue y es larga.

familia de Fernando Baez

Pero jugar al rugby no es ser rugbier. La pertenencia a la "familia del rugby", como toda cofradía, requiere de pruebas, implica ciertos ritos de paso e iniciación, de ciertas ceremonias. En este sentido la antropóloga feminista Rita Segato señala: "Se trata de una cofradía o corporación de la masculinidad. Una estructura basada en un pacto obligatorio que se transforma en un mandato de masculinidad que es esencialmente violento".

“Los muchachos tuvieron que probarse a sí mismos mediante una víctima sacrificial que son parte de esta cofradía. Hoy por hoy, a los hombres no les queda más que la violencia para probarse a sí mismos y a sus pares que son hombres”

En Argentina además, esta pertenencia tiene un origen de clase. El deporte favorito de las clases dominantes argentinas modela, divide, organiza y promueve la ideología de los patricios locales: el racismo estructural, el desprecio por lo "negro" o "grasa" como negación y subordinación del otro, depositario y merecedor del desprecio y la exclusión. La reivindicación de la masculinidad hegemónica, violenta y patriarcal donde o se es macho o se es puto, y si se es puto hay que violentar, con independencia de la orientación sexual.

Un deporte para la oligarquía

El rugby se comenzó a practicar en argentina a finales del siglo XIX, importado por empresarios ferroviarios británicos y armadores de barcos escoceses e ingleses que recalaban en los puertos del Río de la Plata. El primer equipo integrado exclusivamente por argentinos tallaba doble apellido en letras de molde. Entre esos pioneros se encontraban el aviador Jorge Newbery Malargie, de padre inglés y madre franco-argentina que lideró la primera formación rugbier del país. En aquel scrum también estaba quien fuera presidente en la década de 1920 Marcelo T. de Alvear. Desde entonces este deporte cobró notoriedad entre las familias patricias, muy afectas a todo lo que viniera del norte, especialmente del Reino Unido.

Club Gimnasia y Esgrima La Plata donde se practicaba Rugby. Entre los fotografiados Newbery y Alvear

Pensado como deporte históricamente situado, el rugby aparece en la sociedad argentina anexo a lo mas granado de la alta sociedad porteña. Inequívocamente blanca, obligatoriamente heterosexual, incontestablemente antipopular. No es extraño pensar entonces que, algo más de cien años después, la versión actualizada de los hijos de aquella oligarquía, desplieguen con impunidad una violencia inusitada y bárbara contra "la grasa", en este caso un joven de 18 años lleno de sueños.

Periodista y fotógrafo. Edito, escribo y leo. No siempre en ese orden.

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