Julius Popper y el genocidio Selk’nam

Poco después de la llamada “Conquista del Desierto”, surgió una nueva iniciativa de saqueo y exterminio esta vez en Tierra del Fuego. Atraído por el hallazgo de oro en la Patagonia austral, Julius Popper desembarcó en el sur al mando de una tropa de mercenarios croatas que sería denominada, con el pasar de los años, “los cazadores de indios”.

Durante el largo siglo XIX se produjeron procesos migratorios masivos y precipitados hacia distintos puntos del continente americano desde Europa, motivados generalmente por el presunto hallazgo de metales preciosos. Una de las más conocidas “fiebres del oro” sucedió en California a en 1885, una de las menos conocidas, fue la sucedida en Argentina en el mismo periodo de tiempo. Poco después de la llamada “Conquista del Desierto”, impulsada por Julio Argentino Roca junto a las familias más destacadas de la oligarquía terrateniente, surgió una nueva iniciativa de saqueo y exterminio esta vez en Tierra del Fuego.

Julius Popper era un ingeniero de origen judío nacido en Bucarest en 1857. Atraído por el hallazgo de oro en la Patagonia austral emigró a la Argentina, donde consiguió un permiso del gobierno de Juárez Celman para explotar el metal. Hacia 1885 desembarcó en Tierra del Fuego al mando de una tropa de mercenarios croatas que sería denominada, con el pasar de los años, “los cazadores de indios”. Para dar rienda suelta a su particular fiebre del oro, Popper y sus hombres construyeron un estado propio sobre las cenizas de las tolderías indias. Nombraron Río Popper al Río Grande e incluso acuñaron su propia moneda; el Popper, con la colaboración de la casa de la moneda nacional.

En un revival trágico y brutal del proceso de civilización traído a este continente por el hombre blanco, el conquistador búlgaro y sus hombres fueron un actor fundamental en el exterminio total del pueblo Selk’nam, también nombrado Onas en lengua yagán, que habitaban las islas del sur de lo que hoy es Chile y Argentina. Con la aprobación unánime de la comunidad científica, que el 5 de marzo de 1887 aplaudió a rabiar el discurso darwiniano y positivista de Popper, en el marco de una conferencia donde narró con lujo de detalles, el exterminio del último pueblo libre de américa. A modo de regalo, Popper envió al presidente Juárez Celman una fotografía de una cacería de indios que el presidente recibió con agrado.

El pueblo Selk’nam fue lentamente exterminado, reducido a la esclavitud, encerrado en conventos salesianos o muertos de enfermedades traídas por los ganaderos. Entre los estancieros que se apropiaron de aquella tierra figura José Menéndez Menéndez, empresario asturiano que pagaba a los cazadores de indios una libra esterlina por cada oreja, genital o dedo de indígena. También coleccionaban sus cabezas y objetos, algunos de los cuales aún pueden verse en el Museo del Fin del Mundo. La empresa de Menéndez, llamada “Sociedad Anónima Ganadera y Comercial Menéndez-Behety” se transformaría, ya entrado el siglo XX, en “La Anónima” (con el aporte capitalista de la familia Braun, de la que desciende el ex jefe de gabinete de Macri, Marcos Peña Braun). Este holding empresarial mantiene actualmente el monopolio de los supermercados y comestibles en el sur argentino.

Martín Gusinde, antropólogo y sacerdote salesiano de origen austríaco documentó los últimos años de vida de los Onas. De su trabajo etnográfico quedaron 150 placas de colodión, que narran superficialmente las costumbres de aquel pueblo ancestral. Esa colección de fotografías permanece, como tantos otros trofeos de la conquista, en algún vetusto museo de Europa. No fue hasta bien entrado el siglo XX, con la curaduría de la fotógrafa chilena Paz Errázuriz, que las imágenes llegaron al sur del mundo. Una pequeña victoria para construir el largo camino de la memoria y una vergüenza más en el currículum los asesinos que aún hoy defienden aquel genocidio en virtud de la santa propiedad privada.

A pesar de que en 1974 murió en Argentina, Angela Loij, considerada la última descendiente Selk’nam de padre y madre, el último censo realizado en 2022 reveló que hay algunos miles de personas que aseguran descender de aquel pueblo exterminado a ambos lados de la cordillera.

Periodista y fotógrafo. Edito, escribo y leo. No siempre en ese orden.

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