Zugzwang, mover en desventaja: un homenaje poético a Rodolfo Walsh

Esta es una obra de teatro sobre las últimas horas con vida de Rodolfo Walsh, antes de ser secuestrado por la patota de la ESMA. Si la escenografía compone un diálogo tensionante entre expresiones simbólicas contradictorias desde un mismo material, el personaje de Walsh también parece transitar vacilaciones en sus convicciones, pues su grandeza está en dudar y luego actuar.

Por Nacho Bisignano para Enfant Terrible

Zugzwang, mover en desventaja es una obra de teatro acerca de las últimas horas con vida de Rodolfo Walsh. La tarea de abordar el trágico final de un escritor tan encumbrado se manifiesta en un poético y emotivo unipersonal. Es sabido que el 25 de marzo de 1977 Rodolfo Walsh fue secuestrado tras un enfrentamiento contra una patota parapolicial de la ESMA. El asesinato y la posterior desaparición de su cuerpo fueron consecuencia de la distribución de las primeras copias de “Carta abierta de un escritor a la Junta Militar”.

Aunque la historia y la vida de Walsh sea conocida, su expresión en esta propuesta teatral resulta sorpresiva e impactante. Antes que un héroe inmaculado y sin fisuras encontramos un señor dubitativo que delibera entre el temor y la convicción. Los últimos instantes vitales de Rodolfo Walsh se encuentran plagados de decisiones difíciles en un marco hostil y desesperanzador

Para disfrutar de esta obra de teatro dirigida por Ricardo Bertone tendremos que asistir a Casa Grote, sitio que conoce lo que implica mover en desventaja. Casa Grote es un teatro de barrio que ilumina con actividad cultural una zona residencial popular. Esta bella casa de General Bustos funciona como escenario indicado para el despliegue de un hito poético de resistencia. 

Actuar en desventaja

El nombre de la propuesta es extraño y llamativo ¿Qué significa Zugzwang?  Esta palabra alemana refiere a la situación de un jugador de ajedrez en un escenario de clara desventaja, en el que cualquier movimiento lo llevará a empeorar sus posibilidades de ganar. Por lo tanto, al mover alguna de sus piezas el jugador se encontrará más cerca de la derrota. El verse obligado a decidir en desventaja, despierta la seducción tramposa de retirarse o pasar el turno al contrincante. El deseo de eludir el desenlace y hacer trampa es algo propiamente humano que aparece en situaciones límite.

El gran hallazgo de Roberto Martínez, dramaturgo de esta obra, fue encarar la vida de Rodolfo Walsh desde ese punto de vista: actuar contra las cuerdas no conduce necesariamente a un acto heroico, sino más bien a la fantasía de escapar y salir del juego. Por ello, es en el acorralamiento donde surge la más bella decisión política; no en lo que sobra, ni en la tranquilidad de la abundancia. Intentar cambiar lo existente, aunque todo parezca perdido, es lo propio de la insurrección.

Lo revolucionario siempre implica ir en contra de lo esperado, rompiendo los pronósticos y las coordenadas hegemónicas. El peón tiene todas las de perder frente al alfil o la reina y, sin embargo, se anima a jugar, se enfrenta a aquel que tiene más armas y mayor poder. Walsh, cuando parece estar perdido se atreve a lanzar una jugada más ¿Como actuar ante la persecución política de las fuerzas armadas y convivir con el temor a ser torturado y asesinado? Aquí la obra explora la entereza de una ética humana en contra de la cobardía de una mecánica asesina. 

Una escenografía cubista

La escenografía de Zugzwang acompaña la idea central de la obra. Junto al actor observarnos un cubo de madera con aberturas cuadriculadas. Dicha estructura parece un tablero de ajedrez tridimensional: solo los contornos de cada cuadrado tienen materia y su interior se muestra vacío, tal como una celda con barrotes de madera. Sin embargo, esa cárcel cuadriculada se compone de dos partes que pueden separarse y colocarse en cualquier lugar del escenario. Estamos frente a una escenografía móvil que el propio actor manipula para componer diversos cuadros estéticos.

El diálogo escénico entre las dos facciones del cubo permite generar sensaciones contradictorias, tales como la libertad, el encierro, la confusión o la certeza. Se trata de atravesar las barreras o aceptarla, disputar las reglas o entregarse a ellas.

La decisión de Walsh es conocida, pero su valentía no es producto de un temperamento divino. Sus acciones son resultado de dudas, temores y contradicciones. Si la escenografía compone un diálogo tensionante entre expresiones simbólicas contradictorias desde un mismo material, el personaje de Walsh también parece transitar vacilaciones en sus convicciones, pues su grandeza está en dudar y luego actuar

Walsh tenía juicio, ejercitaba su pensamiento e interpretaba el mundo sin dogmatismo ciego. Por el contrario, los asesinos que mancharon la historia con la sangre del escritor decidían conscientemente abandonar su capacidad pensante para defender la barbarie de la dictadura. 

Los vaivenes de la trama y del cubo de la escenografía parecen emular el arte cubista de Picasso y Braque. El cubismo proponía desterrar la visión unilateral de la obra de arte compilando fragmentos disimiles de un mismo ser. La ejecución artística intenta acercarse a lo real mostrando la compleja trama de múltiples perspectivas que ofrece cada objeto. En este sentido, Zugzwang muestra la totalidad de Walsh desde una visión cubista.

El modo en el cual se desarrolla la historia no es lineal ni unívoco. Cuando estamos oyendo detalles de la plaza en la cual Walsh se enfrenta con los militares pasamos a una zamba recitada que luego desemboca en pensamientos pasajeros y accidentales del personaje. Los segmentos se despliegan en un ida y vuelta, en una composición dinámica en la que aparece y reaparece el Walsh que todos conocemos en alternancia con el señor mundano que solo quiere cerveza para calmar su sed. Zugzwang compone una obra con diversas capas sin que percibamos una desconexión injustificada, la totalidad de los momentos en rupturas continuas se muestran en un despliegue armónico y placentero.  La oscilación de las bellas palabras de un excelso escritor con el modesto accionar de un hombre de a pie permiten darle una salida artística al hecho fatídico de la muerte y la desaparición en manos del Estado. 

Un Rodolfo Walsh humano

El dinamismo propio de la trama y la escenografía permiten empatizar con un Rodolfo Walsh realista y convincente. El escritor es mostrado como un hombre que se queja, que desea otros cuerpos, que se sienta en una plaza a dejar el tiempo pasar, que se le hace tarde. Lo conmovedor de Zugzwang es encontrar la cercanía en aquél que desplazábamos en el olimpo. La obra consigue bajar del pedestal a Walsh para hacerlo más grande. La destacada actuación de Toto López es crucial en la proeza de humanizar al héroe. La vitalidad de su interpretación agiganta nuestra conmoción ante su fatal desenlace. Se nos muestra que los héroes no son almas incorpóreas, es su humanidad las que le da crédito a sus actos sobresalientes. No es sólo el Walsh de la excelsa pluma de “Operación Masacre” y “¿Quién mató a Rosendo”? , es también ese hombre de barrio con temores y dudas que en su condición efímera se atreve a proclamar un acto eterno.

Lo poético de Zuzgwang reside en exhumar la gloria impoluta de un héroe abstracto a partir de un texto sincero y una actuación apasionada. Las acciones históricas son ejecutadas por humanos, no por dioses. El carácter deslumbrante de la acción consumada recae en la posibilidad de haber decidido otra cosa, ante la desventaja lo habitual es el deseo de eludir lo que apremia. La debilidad ante lo existente engrandece el acto revolucionario. El heroísmo para los fuertes quedará en los mitos de las bibliotecas, el verdadero héroe tiene nombre y apellido y transita el mundo con las mismas dudas y vacilaciones que invaden a cualquier mortal. 

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