“Un Cuarto Propio”: ¿qué hace falta para que una mujer pueda escribir?

La obra "Un Cuarto Propio", dirigida por Estíbaliz Solís, se estará presentando los días 12, 13 y 14 de julio a las 21hrs, en el Sindicato de las Maravillas, Libertad 326, Ciudad de Córdoba.

El escenario es una habitación. Un espacio enmarcado por un piso, tres o cuatro paredes y un techo. El límite de la imaginación allí, como en cualquier lugar, es el cielo. “¿Qué es la verdad y qué es la ilusión?”, se pregunta Virginia Woolf cuando escribe “Una Habitación Propia” que no era ya el comedor, ni la biblioteca, ni el campus de la universidad que no tenía permitido habitar por no ser un “hombre de ciencia”.

Ese cuarto propio era también una extensión, una metáfora de su cuerpo y los límites que le otorgaba por haber nacido en un sexo-género construido para la reproducción, la explotación y la pobreza.

“¿Qué habían estado haciendo nuestras madres para no tener bienes que dejarnos?”, se pregunta Virginia.

Una obra que nace de una pregunta y la herencia, de eso se trata la invitación a habitar “Un Cuarto Propio”, proyecto impulsado por el colectivo “La Tijera” y financiado por el “Fondo Concursable para la Cultura e Iberescena”, que se estará presentando los días 12, 13 y 14 de julio a las 21hrs, en el Sindicato de Maravillas (Libertad 326, Ciudad de Córdoba).

Dirigida por Estíbaliz Solís e interpretada por Karen Halty y Paola Larrama, la obra parte de la presunción de Virginia Woolf cuando dijo que lo que necesita una mujer para escribir una novela son “500 libras al año y una habitación propia”.

Lo que se podría considerar una obviedad es una confirmación a la regla, más si se toma las palabras de Alejandro Rossi: “escribir es pensar”. Sin embargo para pensar qué escribir, primero hay que tener tiempo de ocio, y para tener tiempo de ocio es necesario tener un caudal de capitales cada vez más escasos para quienes no son varones hetero-cis de clase media con título universitario.

Ese es el punto de partida de la obra, el cuestionamiento de porqué las mujeres no tienen un espacio de intimidad donde escribir sobre ellas:

“Un cuarto propio es la habitación que nuestras abuelas no pudieron tener. Como la de Virginia, una habitación para pensar y escribir; en nuestro caso, para pensar y escribir sobre el trabajo y el amor”, describe su directora, Estíbaliz Solís.

Para conocer de cerca qué significa tener un "cuarto propio", Enfant Terrible estuvo en diálogo con la actriz-autora, dramaturga y cantante Paola Larrama, que canaliza por su cuerpo la narrativa de sus abuelas Esther e Hilda. También nos cuenta sobre cómo en la repetición siempre surgen nuevas historias; el recorrido de hilvanar anécdotas de mujeres, madres y abuelas de diferentes países y el punto común que las unió: la experiencia, el trabajo y el paso del tiempo.

“Si cierro los ojos, esa mujer que me habla podría ser mi abuela”, comenta al momento de presentarse.

Foto: Carolina Acosta para “Un Cuarto Propio”

La idea del proyecto surgió de la obra predecesora “Mujeres que Cantan”. Allí parten de una serie de hipótesis, como que en las feminidades “hay algo que se porta, algo que se performa y algo que se interrumpe o no es y no existe”. Además indagan junto al público en los relatos de sus ancestras que las cuidaron, sabiendo -o no- que lo que hacían también era un trabajo. 

De esta manera, Paola rescata los relatos compartidos tanto de su madre y abuela, como los de otras con las que conversó durante el armado del proyecto, conociendo sobre la forma en la que han puesto sus cuerpos al servicio del mundo, aún en latitudes lejanas.

“Cuando comencé a mirar para atrás noté que las mujeres que me criaron no tuvieron estos espacios. No tuvieron estos lugares para decir y decirse sin que medie la propia censura y la mirada ajena. En ese sentido, creo que tener un cuarto propio es la posibilidad de pensarse y pensarnos a todas”, comenta Paola.

Es que una no es sin las otras. Necesitamos de los afectos para constituirnos como sujetos autónomos a la par que semejantes, porque compartimos un espacio-tiempo particular y concreto.

“La gente hubiera dicho las mismas cosas, pero sonarían distintas”, ironiza Virginia Woolf en su relato.

Lo que se hereda no se hurta

Paola heredó el placer del canto, el tango, la milonga y la poesía de su abuela, a quien narra en la obra. Narrativa que, aún siendo basada en hechos reales, no deja de ser ficcional, ya que la actriz elige compartir lo que cada uno de sus familiares y amigos decidieron recordar de Esther como mujer, amante, madre y abuela.

“En la construcción del vínculo con ella, vi claramente cómo las cosas se le habían dado en la vida y cómo se cruzaba con lo que yo también quería hacer en relación al arte y que ella no pudo realizarlas, porque habían sido interrumpidas cuando se casó con mi abuelo. También la historia de mi madre que me tuvo muy de joven me empezó a aclarar el mapa de las mujeres en mi familia”, comparte Paola.

Mientras la escena transcurre, el público puede interactuar con los objetos del cuarto, transformándose la obra en un viaje inmersivo a un pasado siempre presente. Los registros audiovisuales construyen imágenes de otros tiempos, junto con las fotos de familiares que ya no están, haciendo de las ausencias un espectador más.

“Para contestar aquella pregunta, tuve que imaginarme a mí misma fuera de aquella habitación”, describe Virginia.

Foto: Carolina Acosta para “Un Cuarto Propio”

Nace una flor, todos los días sale el sol

Todo aquello con lo que uno crece, forma parte de la cultura. Un lenguaje casi universal que se diferencia según el contexto histórico, político, económico y social. Los usos y costumbres que se generan en comunidad son producto de esa herencia conformada en un inconsciente colectivo. Para el médico-psiquiatra Carl Gustav Jung , éstos se transmiten por vía oral y escrita a través del arte, como los cuentos, mitos y leyendas. De esta manera, conviven la fantasía, la realidad y los recuerdos co-construidos a lo largo del tiempo.

“Empezamos a ver que los materiales nos estaban hablando de ideas y preguntas que eran colectivas. Una de las cosas que nos llamó poderosamente la atención fue la repetición de la idea del tiempo. El tiempo libre, el tiempo en general, el paso del tiempo, el tiempo con el que cuentan las mujeres para escribir y escribirse. Esta idea de que muchas de las cosas que se hacen, se hacen en el 'tiempo libre', como si el trabajo que no se hace en esas horas, no fuera trabajo. Se armó un mapa de presencias, de relatos que nos empezaron a interpelar de más formas de las que creíamos”, comenta Paola.

Si bien los discursos van modificándose con el paso del tiempo, en los símbolos se puede encontrar el principio de todas las cosas. La significancia de las palabras “mujer”; “madre”; “hermana”; “tía”; “abuela” comparten un arquetipo en común: la puesta en tensión entre el deseo de ejercer ciertos roles culturales relacionados con las tareas de cuidado, y la necesidad de reconocer estas últimas como un trabajo que debiera de ser remunerado.

“Cuando estaba escuchando los relatos de las mujeres de Chillán -comuna de la zona central de Chile-, había algo en sus relatos, comunes a nosotras. Una pensaría a priori que hay mucha más distancia… por la diferencia geográfica, el espectro super amplio de edades o las trayectorias de vida, pero cuando empezaron a hablar de cosas relacionadas al tiempo, al amor, los hijos, los cuidados, fue una cuestión muy evidente el decir ‘che acá hay tres o cuatro cosas que son las mismas y que todas las estamos percibiendo de cierta manera’. Es un lenguaje que siempre ha estado presente”, concluye Paola.

Agustina, me dicen Chora. Profesora y licenciada en psicología (UNC). Escribo y después veo que onda.

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