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El folclore como el tango son considerados parte fundante de la idiosincrasia argentina, como la pava y el mate, el fútbol y el asado, el truco y el gaucho. Características que hacen a la cultura del país, también un producto "for export" comercializable.
“¿Para qué nació el ser humano, como cosa primera, para producir o para ser feliz?”, se pregunta el Chango Farías Gómez, folclorista creador en los años 60’ del Huanca Hua, grupo y movimiento de artistas del folclore que buscaron fusionar diversas raíces rítmicas sin perder la forma del compás clásico.
Como tal, el folclore se parece más a un encuentro de celebración, protesta y revuelta, que al producto exportable que se produjo durante la última dictadura, donde se arraigó la cultura del mestizaje a un José Hernández citadino.
Proveniente de los barrios bajos y asentamientos de principios del siglo XX, el canto que caracteriza al folklore se compone de una fusión de culturas entre ellas: patrones rítmicos con un acento característico proveniente de África, regiones balcánicas, pueblos pre-hispánicos, entre otros.
Si la historia no es herencia transmitida para ser reproducida a través de la memoria, ¿entonces qué es? “Un gaucho que paga sus deudas”, dirá Perón en una carta a Jorge Cafrune. También podría ser la descripción del regreso del viaje del héroe de Joseph Campbell, es decir, el reconocimiento del pueblo. “¿Pero sabes lo más grande que te va a pasar, a la vuelta de toda la vida? Cuando te conviertas en el cantor del barrio”, comenta Aníbal Troilo, bandoneonista y director de orquesta de tango.
De trayectoria y de regreso a sus pagos conoce Paola Bernal. Cantora, bailarina y compositora de folclore con 41 años arriba de los escenarios, a sus 11 años comenzó la búsqueda de transmitir eso que llama 'pulsión de cantar'. Docente y heredera de raíces del pueblo Sanavirón, creció en Cosquín donde actualmente reside y transmite los conocimientos que le legaron.
En diálogo con Enfant, previo a su presentación de mañana a las 20 en Club Legrand ( San Lorenzo 163), compartió lo que es crecer en una casa donde la danza y el canto eran moneda corriente, su relación con el Chango Farías Gómez y el significado de la cultura ancestral del folclore.
Enfant Terrible (ET): ¿Quiénes fueron tus referentes, venís de familia de músicos o fue por motus propio?
Paola Bernal (PB): El haber nacido en Cosquín me ha dado lo mejor de esas resonancias. En mi casa siempre hubo música, una familia danzante. De la mano de una amiga de la infancia es que empiezo a bailar pero el canto es algo que vive en mí desde muy pequeña. Eso fue marcando un deseo que mis padres escucharon. Con la danza es como empiezo en el camino de la música participando en certámenes. El concepto de la puesta en escena de la música, en diálogo permanente con la danza, es conforme mi manera de experimentar.
ET: ¿Cómo es crecer en un ambiente así?
PB: Es parte de las celebraciones populares, es estar atravesado por la cultura, por la música. El hecho de vivir en Cosquín me ha sido un plus de alegría y de refugio. La música en su momento fue un lugar muy personal donde podía encontrarme muy libre, muy feliz, pero también me protegió del crecimiento, durante la adolescencia, de vivir en un pueblo. Muchas cosas que giran en torno a una elección. Más allá que mi familia bailaba como expresión natural, respetaron mucho mi decisión en la música y creo que eso fue muy importante para poder creer en lo que estaba haciendo. Todo este andar es desde que tengo 11 años. Ahora tengo 51, o sea hace 40 años que me dedico a esto.
ET: ¿Quién fue para vos el chango Farías Gómez?
PB: Fue un gran maestro con una ideología de la música y del arte. Me ayudó a definir pensamientos y formas de expresarme, de revisar el trabajo a través de la cultura y del arte. Para mí fue muy importante no solo por la cuestión musical, sino ideológica, por este concepto que tiene de seguir comprometido a través de distintas corrientes. No solo desde el espectáculo o el concierto, sino desde la tarea que eso conlleva: entenderla, respetarla, ponerle el cuerpo a todo lo que uno va abriendo con relación a la música. Por eso fue muy valioso encontrarme con un maestro como el Chango. Eso me define, y a su vez, de alguna manera celebrarlo y agradecer por siempre ese encuentro.
ET: ¿Docencia y transmisión del conocimiento?
PB: Es poder encontrar la manera de tener voluntad sobre un mecanismo. Con el tiempo en cada etapa, en cada sitio, se va reconfigurando el deseo de transmitir cosas puntuales y hoy lo puedo sintetizar como compartir el diálogo que sucede entre la voz y el bombo, lo que tiene que ver con nuestra identidad a través de las rítmicas y lo valioso que es para el ser. Eso te da una calidad a la vida que tiene sus beneficios en relación a lo espiritual y a lo energético, en definitiva, al lenguaje folclórico que hace a nuestra identidad. Creo que eso sintetiza un poco mi tarea como docente: poder acompañar a quienes buscan esa expresión, facilitar y estimular a quienes buscan ese camino.
ET: ¿Cultura ancestral?
PB: Vos sabes que haciendo una síntesis, no hay registros de los cantos que se entonaban o canciones de nuestra cultura más cercana como la de comechingones, sanavirones, que es la sangre a la que pertenezco de acá de Characato. Es la línea de mi abuela materna la que me da el gesto y con la que me fui encontrando en la búsqueda del por qué era tan fuerte lo que pulsaba en mí y me alejaba de algunas expresiones más formales de la música folclórica.
Son pulsaciones que vienen de mucho sentimiento, una búsqueda de poder afirmar este lenguaje que yo no podía ignorar. De alguna u otra manera esa pulsión me fue llevando hacia ahí y sigo honrando eso. Es lo salvaje que nos sostiene cada día, más en estos tiempos que nos toca atravesar. Creo que el instinto más salvaje nos permite sostener esta pulsión, este legado, esta información genética. Por eso me refiero tanto a ese lugar de inicio como una manera de celebrarlo y honrarlo, porque son quienes sembraron lo que nosotros somos también.
E.T: ¿Qué significa el folclore en tu vida?
P.B: Me emociona, esa es la pregunta. El folclore es un lugar de desarrollo, un lugar de aprendizaje, un lugar de contención, de amistad. Sobre todo, con el tiempo ha sido y sigue siendo un lugar de pertenencia. En mi caso la música folclórica es el lenguaje que me ha construido como persona, como mujer, como madre. Aun cuando las corrientes artísticas me conmueven todas, ese es el lugar que yo abracé y que sigo abrazando. Se escucha a veces cantores… por ejemplo, ahora estuvimos escuchando Dúo Coplanacu y realmente ellos a lo mejor no dimensionan todo lo que una canción puede hacer en la vida de una persona. Cuando escucho ciertas interpretaciones u obras es como tener la posibilidad de tener distintas dimensiones del recorrido de un camino, eso es realmente la expresión del folclore.
ET: ¿Y el canto? ¿Cuál es la necesidad que tenemos las personas de cantar?
PB: El canto para mí lo es todo. Es una forma de sostenerme en la vía, de andar, de comunicar, de decir. Creo que es la manera más concreta de tener voluntad sobre mi salud; es una forma de tocar y de tocarme, de abrazar y abrazarme. Es mucho más que una expresión artística, es un modo de vivir, de llevar el canto, de poder compartir con quienes me encontré en las formaciones. De abrir la posibilidad de decir, de expresar dolores, alegrías, felicidades. He cantado mientras nacían mis hijos y en cada lugar que he podido lo he hecho. Es mi forma de vivir el canto. No me puedo imaginar siendo de otra forma sin el canto.
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