El abrazo bailado: Música electrónica al compás de Bioy Casares

El Abrazo Bailado es una obra de teatro que se introduce en el ambiente de las fiestas electrónicas. Música en loop, baile frenético, luces hipnóticas y drogas de diseño. El mundo de los DJ y las salidas nocturnas ofrecen un contexto inusual para una obra de teatro y El Abrazo Bailado no solo apuesta a instalarse en este universo urbano, sino que atraviesa lugares poéticos insospechados.
Foto: Pedro Bedmar

El Abrazo Bailado es una obra de teatro que se introduce en el ambiente de las fiestas electrónicas. Música en loop, baile frenético, luces hipnóticas y drogas de diseño. El mundo de los DJ y las salidas nocturnas ofrecen un contexto inusual para una obra de teatro y El Abrazo Bailado no solo apuesta a instalarse en este universo urbano, sino que atraviesa lugares poéticos insospechados.

Cuando todo parecía remitir únicamente al baile y la noche, encontramos un vínculo inesperado con “La invención de Morel”, una de las más grandes obras de la literatura argentina. Creíamos asistir a una obra meramente dinámica y sensorial, pero terminamos disfrutando una propuesta artística con innumerables reflexiones existenciales y filosóficas emergidas en un novedoso diálogo con Adolfo Bioy Casares. 

El deleite de un presente interminable

El Abrazo Bailado, dirigida por Carmela Feighelstein y Gonzalo Maldonado, relata la historia de Leo y Morel, dos jóvenes que se encuentran en un baile de música electrónica y entablan una relación poco habitual. Ambos personajes son encarnados por Pola Halaban y Joaquín Piumetti, dos actores que logran expresar con creces el espíritu agitado de la noche electrónica.

Sus cuerpos se mueven sin parar y transitan diversos movimientos que componen coreografías de elevado placer visual. La escenografía, las luces y los recursos audiovisuales – construidas por Dino Valentini, Constanza Cortez, Piero Andruetto, Samanta Rivarola, Carlos Barahona, Matías Unsain, Mariana Ceballos y Florencia de Lorenzi - exhiben una modesta estética futurista que remite a los escenarios ciberpunks de películas como Tron o Blade Runner.

Foto: Pedro Bedmar

La forma de comunicación de los intérpretes se muestra adecuada a la tónica urbana en la cual se asienta la obra, debido a que oímos un lenguaje cotidiano con numerosos modismos actuales. Es allí donde el texto de Gonzalo Maldonado muestra su sólida consistencia, ya que a partir de un uso costumbrista del lenguaje logra trasmitir con belleza ideas de prominente complejidad.

Hay una constante persistencia en preguntas existenciales que apuntan al cuestionamiento de los sentidos habituales de la vida y la muerte, la existencia y la ilusión. “La muerte es un hecho. Pero en realidad no significa nada”

Estos interrogantes parecen ser la consecuencia inmediata de experimentar con el cuerpo una música eminentemente artificial, hecha por capas de repeticiones rítmicas y ensamblajes sonoros. Un logrado diseño musical elaborado por Aldana García y Ornella Taricco permite al espectador compenetrarse cálidamente con la obra y los personajes. La experiencia ofrecida en el ecosistema electrónico desemboca en un incansable momento presente centralizado en lo sensorial. Los sentidos se ven enriquecidos por un bailar sin descanso que desafía la resistencia de cualquier cuerpo.

La droga y la anestesia de una música atrapante conducen al placer de un presente de continuos incentivos corporales que permiten la suspensión del mundo cotidiano. Si la cotidianidad persiste en actividades con medios y fines determinados, la noche electrónica habita el “entre”, un lugar en donde domina la repetición de la acción sin destino claro. Bailar sin que nada más importe, sin objetivo ni preocupación: “No hay que entender nada, no hay que saber nada. Alivia no saber”.

Paradójicamente, el deseo de “vivir el momento” convive con una obsesiva tendencia al registro audiovisual. El vitalismo del ahora no soporta su eminente caducidad y subordina su control al recuerdo fílmico del mañana. La batería de estímulos que motivan el deleite del instante precipita la angustia del vacío: el motor del goce parece redundar en la alienación ¿Cómo escapar del dolor que invade al cuerpo festivo una vez que el placer comienza a diluirse? 

Un Morel contemporáneo

La búsqueda de un antídoto contra el carácter efímero del ser humano es la obsesión que acerca el Morel de Gonzalo Maldonado al Morel de Bioy Casares. “La invención de Morel” (1940) es una novela de literatura fantástica que representa la imparable ambición del sujeto moderno por domesticar y controlar todos los ordenes de la vida, entre ellos su carácter finito y limitado.

En esta historia, Morel fabrica una máquina capaz de convertir en holograma perpetuo las acciones de un grupo de personas que lo acompañan en una isla perdida. Las copias de cada humano reproducidas por el sofisticado artefacto se repetirán eternamente. Sin embargo, el deseo de “captar” el presente y duplicarlo en una reproducción sin fin, sacrifica las funciones vitales de cada cuerpo, convirtiéndolos en meras imágenes sin vida.

La perpetuidad de la vida sólo se hace posible a través de la muerte. En la novela de Bioy Casares quitar la caducidad al cuerpo implica a su vez eliminar su vivencia ¿Qué queda de la existencia en la duplicación? ¿Qué es la imagen una vez que el cuerpo ha dejado de responder?

Foto: Pedro Bedmar

Estas indagaciones recorren El abrazo Bailado, que en vez de citar la maquina fantasmal de Bioy Casares, aborda una referencia poética y simbólica de las tecnologías capaces de registrar y reproducir en loop. Lo fantasmagórico recae en la ilusión de quitarle al sujeto toda capa de finitud y gasto, sea en la alienación de un presente sensorial, sea en el registro visual de lo tecnológico.

El filósofo presocrático Jenófanes decía que el carácter mortal de los humanos se expresa en su desgaste, en su imposibilidad de prolongar una acción sin fatigarse. Ante ello, es la divinidad la única capaz de realizar su ilimitada actividad sin esfuerzo ni trabajo. Si en el pasado la actividad infinita era potestad de los dioses, en el presente pertenece a la máquina. Los humanos se cansan, pero el artificio de la técnica insiste en su actividad sin mostrar agotamiento ni pérdida.

El artificio técnico y el diseño nocturno de la fiesta electrónica evoca una potencialidad inagotable que el danzante mortal solo aspira a emular. Morel y Leo anhelan una música constante que nunca termine. El ejercicio de suspender el mundo en un festival sensorial provoca el deseo de un ritmo que suene para siempre. Quizás la repetición sin fin de una sonoridad en loop calme el frustrado capricho de acariciar la infinitud, ya que cuando la noche acabe “Todos esos momentos se perderán en el tiempo, cómo lágrimas en la lluvia”.

Los Sábados de Julio, a las 21:00hs, se presenta la obra teatral "El Abrazo Bailado" en la sala de La Nave Escénica (Ovidio Lagos 578, B° General Paz).

Precio de entradas: $800 Anticipadas - $900 en Puerta.

Anticipadas en https://antesala.com.ar/ticket/154

Licenciado y profesor en Filosofía. Especializado en estética y filosofía del arte. Escribo ensayos y críticas sobre el teatro cordobés, también hablo de eso en “TeatroRadio” (Radio Gen 107.5).

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