Cuando el fuego crezca: 25 años del festival de las Madres

Ayer se cumplieron 25 años de un festival de rock clave para la historia reciente. Las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo cumplían dos décadas luchando por Memoria, Verdad y Justicia y lo celebraron sobre el escenario con un poema de Bono de U2, y la música de León Gieco, Los Piojos, Divididos y La Renga entre otras bandas. Rescatamos aquel vínculo entre el rock y la lucha de las Madres desde la experiencia de dos asistentes. Lo cuentan Mariano y Natalia Schejter

Los 90s fueron años duros para las mayorías populares, sobre todo, la segunda mitad de la década. En el segundo gobierno de Carlos Saul Menem se sintieron fuerte las consecuencias del modelo neoliberal. Se pasó rápidamente de un período consumista, a uno regido por la desocupación, la pobreza y la represión. Por aquellos tiempos, la hegemonía neoliberal, difícilmente era cuestionada. La organización popular era algo raro y en general, mal visto. El “uno a uno” había sido endiosado subordinando todo lo demás. La extranjerización y concentración de la economía fue brutal. Había resistencia, como siempre, pero muy artesanal. Quienes enfrentaban aquella situación eran pequeños sectores de la sociedad que, en general, quedaban marginados.

En este marco se dio el festival por los 20 años del nacimiento de las Madres de Plaza de Mayo. Lo que sucedió en octubre de 1997 fue un hito histórico y contrario al clima que reinaba por esos días. Podríamos decir que fue un acontecimiento contra-tendencial.

“Madres” era uno de los espacios con mejor reconocimiento del momento gracias a la resistencia a la última dictadura. Y también gracias a su voz firme en defensa de los intereses populares durante los primeros años de democracia

El festival fue organizado por la Asociación de Madres de Plaza de Mayo en el estadio de fútbol del club Ferrocarril Oeste, en pleno centro geográfico de Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). En un comienzo, se habían dispuesto las fechas del viernes 10 y sábado 11 de octubre. Sin embargo, al darse una lluvia torrencial el primer día se debió posponer y esa fecha se concretó dos días después, el domingo 12/10. Más de 50 mil personas participamos de este festival que unió varias de las bandas de rock más conocidas del país y los organismos de derechos humanos (DDHH). 

Este festival titulado: “Madres: 20 años de lucha. Ni un paso atrás”, contó con la participación de A.N.I.M.A.L., Actitud María Marta (las únicas mujeres músicas que participaron), Attaque 77, Bersuit Vergarabat, Divididos, León Gieco, Los Piojos (quienes cerraron el primer día), Todos Tus Muertos, Las Pelotas, Los Caballeros de la Quema, Malón, Rata Blanca (sin Adrian Barilari) y La Renga (quienes cerraron la segunda jornada). 

No lo soñé: una experiencia familiar

Nacieron con 40 días de diferencia en CABA. Sus papás son hermanos. A los cinco años, ella se mudó a 700 km. Crecieron compartiendo solo las vacaciones de invierno y tal vez, algunos pedazos de veranos. Sin embargo, por esos 40 días se consideran “casi mellizos”.

En 1997, de cara a su quinceavo aniversario, ella venía escuchando que algunas de sus amigas se preparaban para el viaje a Disney "en patota", y otras tantas para la soñada “fiesta de 15”. Nada la conmovía, hasta que vio la publicidad del festival “de las Madres” en Buenos Aires. Se impresionó con que la fecha coincidiera con su cumpleaños y no lo dudó: debía viajar desde Paso de los Libres, en Corrientes, para el evento.

Él empezaba a simpatizar con el rock y con “cosas de la militancia”. De todos modos no estaba seguro de ir al festival; quizás era demasiado, tal vez no era para él. Dudo hasta que recibió el llamado de su prima: “vamos”. Veinticinco años después sus recuerdos concretos son escasos, pero ambos tienen la certeza de que esa experiencia compartida, fue una piedra fundacional que les llevó a lo que sería luego el rock para sus vidas. Tal vez ahí “se hicieron mellizos”. Siempre cuentan que aquel viernes llovió torrencialmente y que se mojaron como nunca esperando que arranque el concierto, hasta que se informó que se suspendía y se pasaba para el domingo.

A lo largo de estos años se cruzaron, en muchos contextos, con personas que estuvieron ahí, y la sensación es la misma: que aquellos días, sentir que compartieron (aún sin conocerse) una experiencia transcendental para sus vidas. Algunos momentos fueron claves.

El primo y la prima “flashearon” con Actitud Maria Marta aunque no entendían bien porqué. Un tiempo después, Malena D’Alesio, una de sus integrantes declaraba en relación a lo que dejó el festival en una nota de Página 12: “... además de ser “buenos” con nuestros familiares y amigos nos metamos un poco en este mundo y nos hagamos cargo del rumbo que va a tomar, porque el rumbo que se vislumbra actualmente es muy jodido y va en picada. Y mataría darle un corte a esta bobería generalizada y ya dejarnos de joder. Analicemos, reflexionemos, hagamos canciones, pero actuemos.”. Seguro algo de eso se expresó en su potente show.

Varias vivencias de esos dos días fueron determinantes. Por ejemplo, el primo se emocionó al escuchar a León Gieco, a quien empezaba a querer mucho y aquel espectáculo lo terminó de marcar. La prima desde ese día se hizo fanática de Los Piojos, a quienes dedicó otros tantos viajes desde su Corrientes porá.

También recuerdan que la segunda jornada finalizó con el concierto de La Renga. Estaban en la tribuna como el día anterior. En ese momento, la “manija” de ella, lo convenció a bajar al campo, a vencer el miedo y a abrazar la adrenalina. Nunca habían estado en un “campo”, no conocían lo que era un “pogo” desde adentro. No existían los celulares y no sabían qué códigos usar para prever un desencuentro. Sucedió lo evidente: en el primer tema se separaron por la marea de gente. Él empezó a gritar tímidamente “prima, prima”, y todas esas personas cercanas que le parecían gigantes y “duros rockeros”, empezaron a acompañarle y corear “prima” con él. También se abrieron generando un pasillo instantáneo, como un mar bíblico. Ella se hizo eco desde la otra punta y apareció. No se acuerdan muchos detalles más, pero dicen que lo que cambia la vida queda guardado en el cuerpo. Y esos cuerpos, tuvieron una experiencia de la potencia de hacer y estar en comunidad. Así se les abrió el “portal del rock”. 

El festival terminó con la canción “Hablando de la libertad”, como para que quede claro que vale la pena romper los dientes del engranaje de una sociedad organizada en favor de unos pocos y que es deseable elegir un camino, “cualquier camino que tenga corazón”. Eso también les marcó.

El infierno estuvo encantador

El festival no solo fue importante para aquel primo y aquella prima. Fue un hito en nuestra historia argentina, ya sea como evento artístico de DDHH y/o como expresión política del rock. En cierta forma, selló la relación entre la mayoría de quienes hacen rock y una perspectiva política rebelde y crítica del “status quo”. Fragmentos del discurso de Hebe de Bonafini en el evento expresaron esto.

Ni el primo ni la prima recuerdan esos momentos de discursos, pero se han dicho cosas como "Somos el puente entre nuestros hijos y ustedes. Entre nosotros no hay nada que nos separe. La rebeldía nos tiene que seguir uniendo. Sean rebeldes pibes". Si bien, no se acuerdan de estas palabras en vivo, evidentemente expresaban el clima del estadio. 

Quienes estuvimos experimentando esas jornadas sentimos algo especial, pero recién muchos años después, este evento empezó a ser reconocido en su magnitud. Una perspectiva histórica nos hizo entender que ese recital, tan importante para cada quien, había sido así para miles y miles de personas. 

Ivan Noble, cuando le preguntaron sobre el significado de haber tocado en el festival, ha expresado: “Impresionante lo que pasó entre las bandas, la predisposición que mostraron para juntarse, todos con la misma camiseta. Éramos conscientes de que representábamos la banda de sonido para algo muy importante. Lo más importante que hizo el rock nacional en los 90. Estoy orgulloso de poder decir “estuvimos”.

Y algo más. De estas jornadas salió un CD con una canción de cada banda participante junto al discurso de Hebe Bonafini de la primera noche (habló en las dos) y como extra, un poema de Bono de U2 dedicado a las Madres y leído por el mismo. Con lo recaudado por el festival y la venta del CD, se pudo adquirir una vivienda que menos de tres años después se convertiría en la primera sede de la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo. 

El futuro llegó: lo que nos dejó aquel festival y lo que tenemos hoy

Si bien estamos viviendo momentos indudablemente complicados, no queremos asumir que el futuro es “todo un palo”. Podemos pensar que el festival de las Madres fue semilla, del cual creció un árbol que se ramificó de maneras diversas, y cuyos frutos podemos encontrar en el presente. Afirmamos esto a pesar de que el evento no está tan presente en la historia masiva del rock en nuestro país. Escribir estas líneas es parte de reconocer lo que pasó en aquel momento y visualizar su influencia posterior. 

El 11 y 12 de octubre de 1997 fueron días de encuentro, de rebeldía, de defensa de los DDHH. Esas jornadas pueden ser pensadas como un punto de encuentro donde nos encontramos miles de personas que vivenciamos una experiencia transformadora. 

En estos tiempos sombríos como los actuales, nos parece importante reivindicar esa dimensión política del rock, esa que siempre estuvo del lado de las mayorías populares. Esa dimensión que permitió esta experiencia en 1997, pero también anda presente en los recitales de Marilina Bertoldi, de Los Fundamentalistas del Aires Acondicionado, Barbi Recanati, Wos, Trueno, Cazzu y tantas otras personalidades jóvenes que mantienen viva la llama rockera que más nos gusta y que como pueblo, necesitamos.

El festival fue un momento histórico donde nos encontramos miles de historias individuales, creando un hito que en nuestro país marcó al rock y a los DDHH (dos marginados por los gobiernos menemistas). De allí, salió fortalecido el rock en su mejor faceta, la plebeya, la movilizante. Además, salieron fortalecidos los organismos de DDHH y sus reivindicaciones. Y podemos asegurar que también salimos mejores quienes estuvimos ahí vivenciando aquella experiencia colectiva. 

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