Crónica del 15° Escena y Memoria: enriquecer el arte desde la creación colectiva

Minutos antes de la masiva marcha del 24 de marzo en las calles de Córdoba, finalizaba el 15° «Escena y Memoria». Esta no fue una edición más, el contexto político convertía la habitual cita teatral en un acto de resistencia

Por Ignacio Bisignano para Enfant Terrible

Minutos antes de la masiva marcha del 24 de marzo en las calles de Córdoba, finalizaba el 15° «Escena y Memoria», festival que propuso intervenciones artísticas y escénicas en ex centros clandestinos de detención que funcionaron durante la última dictadura militar.

Esta edición no fue una edición más, el contexto político convertía la habitual cita teatral en un acto de resistencia. Aunque el arte y los derechos humanos sufrieron constantes ataques del oficialismo nacional, aunque el presupuesto con el que se contaba era mucho menor que años anteriores, aunque el estrés colectivo por mantener múltiples luchas mientras la vida cotidiana se precariza atentaba contra la organización, el «Escena y Memoria» logró realizarse y el resultado fue una contunde creación colectiva, plagada de poesía, reflexión y militancia.

La extensión de la grilla fue impactante. Hubo eventos artísticos durante diez días seguidos en múltiples espacios a lo largo de diversas localidades de la Provincia de Córdoba. En Malagueño la artista «Garba» cantaba “Canciones Prohibidas” y en Córdoba la «Indómita Danza» se animaba a “Perder el Tiempo”; Mientras en San Marcos Sierras una obra de títeres como «COGHLAN» deleitaba a jóvenes y adultos. En el corazón de la ciudad de Córdoba «Proyecto Andrómeda» mostraba su reflexión histórica sobre la memoria en una puesta teatral versátil. Si en una mañana Campo de la Ribera acogía a numerosos alumnos de secundarios periféricos para vivenciar «Carnada» o «Mistoria», a la tarde, «Indisciplinada» emocionaba en un Archivo de la Memoria abarrotado de público. Al mismo tiempo que Villa Las Rosas se daba cita para «Otro Toro», la Imprenta del Pueblo Roberto Matthews abría una charla sobre la violencia política y la lucha de clases en los 70’.

El acompañamiento del público fue conmovedor, la asistencia sobrepasó lo esperado y obligó a improvisar gradas sobre la marcha para acoger un contingente de espectadores que cubría cada rincón disponible. Esa grata afluencia reforzó el espíritu mismo del «Escena y Memoria» que desde sus inicios promueve una construcción colectiva del conocimiento en la cual, tanto hacedores como espectadores, consolidan los hechos artísticos, como pudo corroborarse en la propuesta interdisciplinaria de «Manifiesto Primavera» o en obras como «Desde el Altillo», en las cuales la voz del público fue parte integral de la creación escénica.

En este marco resulta significativo el rol que se le otorgó a la agrupación Espectadores Militantes, los cuales derribaron los prejuicios en torno a la supuesta pasividad de los espectadores, organizando un conversatorio reflexivo con el fin de entrelazar las experiencias escénicas vivenciadas en los diversos espacios de memoria.

Un evento que desafía las convenciones

El Escena y Memoria no fue un festival tradicional de teatro. En su mayoría los espacios en donde los artistas intervinieron con sus propuestas fueron poco convencionales, no solo por las puestas en escena en sitios de memoria, sino también por los números escénicos que se instalaron en la calle, tal como sucedió con las murgas de «Enganchate CanCán», «Absurda Locura» y «Tres Tigres Teatro».

Es bastante osado que los artistas acepten realizar sus obras en espacios de Memoria o en las calles, dado que no cuentan con los mismos recursos que las salas convencionales de teatro ofrecen. Sin embargo, esa falta motorizó una experiencia de mayor profundidad y contundencia, debido a que una de las cosas más fascinantes del evento fue notar de qué manera las obras de teatro se vieron resignificadas como consecuencia del particular contexto en que fueron desarrolladas.

Fue muy diferente espectar «Desaparecí dos veces» en el famoso “Patio de las Luces”, si lo comparamos en alguna de sus presentaciones en Espacio Blick: efectivamente la obra contó con menos recursos técnicos, no dispuso de una nítida “caja negra” ni tampoco pudo exponer su seductora potencia lumínica, pero sin lugar a duda la condensación emotiva de las paredes que rodearon la escena profundizó su simbolismo, dotando a la bella dramaturgia de una emocionalidad magnificada.

La movilización del 24 de marzo estuvo nutrida por el elenco del Escena y Memoria. Foto: Micaela Di Marco

Algo similar ocurrió con la atrapante historia de la obrera boliviana que «Lo Uno o lo Otro» nos cuenta, propuesta que parece no relacionarse explícitamente con lo que habituamos emparentar con los sitios recuperados, pero que al desplegarse en un espacio como la ex D2, sus contenidos se resignificaron en una dirección que abrió reflexiones sobre los derechos humanos, la memoria y la identidad desde un enfoque diferente y necesario.

Sin dudas, el contexto afectó las intenciones iniciales de los distintos grupos teatrales, que en su decisión de participar del «Escena y Memoria» se arriesgaron a recibir impactos capaces de desbordar cualquier pretensión de autonomía, aislamiento o determinación. Aquí quedó claro que no solo el teatro ayuda a pensar la memoria y los DDHH, sino que también la memoria y los DDHH permiten pensar y enriquecer al arte, consolidando un diálogo virtuoso que permitió revitalizar ambas dimensiones.

La memoria como espacio de constante revitalización

Quienes vivimos el «Escena y Memoria» podemos afirmar con certeza su resistencia a cualquier idea liberal de consumo cultural, lo que allí sucedió fue una invitación a compartir el arte y el pensamiento desde una defensa participativa y plural de la cultura. Nada fue dado por hecho y las manifestaciones escénicas se mostraron dispuestas a un diálogo abierto frente al público, promoviendo con insistencia el tratamiento de la memoria en tanto concepción viva y siempre abierta a su revitalización.

Por lo pronto, esta edición del «Escena y Memoria» dejó de lado las certezas absolutas y se lanzó a un rico camino de indagaciones profundas que impiden cualquier respuesta apurada o inmediata: ¿Hasta donde el arte tiene la capacidad de interpelar la subjetividad política? ¿Cómo relacionarse con el espectador sin subestimarlo ni abrumarlo con respecto a la memoria, la identidad y los DDHH? ¿De qué manera se puede congeniar la necesidad de contar una historia y hacer que eso sea poético sin que se pierda la historia como tal? ¿Es posible crear huellas sensitivas en aquellos jóvenes que ven la ultima dictadura como un momento lejano y ajeno? ¿Cómo pensar los derechos humanos en la actualidad cuando sufrimos casos como el de Facundo Rivera Alegre o el de Valentino Blas Correa?

Transitar este tipo de preguntas puede resultar difícil, pero en Córdoba tenemos un ciclo teatral que se anima a enfrentarlas bajo el signo de la creación colectiva. Ante la fácil opción de olvidar o esquivar, aquí tenemos un grupo de artistas que año a año contesta con cuerpo y poesía, comprendiendo que la lucha por la memoria, la verdad y la justicia siempre exigen presencia, militancia y creación.

Licenciado y profesor en Filosofía. Especializado en estética y filosofía del arte. Escribo ensayos y críticas sobre el teatro cordobés, también hablo de eso en “TeatroRadio” (Radio Gen 107.5).

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