Un espacio de organización popular en peligro: la “Carlitos Reyes” de barrio Güemes

La Casa Popular Carlitos Reyes fue fundada hace más de 9 años y se encuentra ubicada en el barrio de Güemes, frente al Hospital Misericordia. Su existencia está hecha de militancia a pulmón y redes solidarias. Hoy corre el riesgo de cerrar sus puertas. Hablamos con tres de sus integrantes.

Por Redacción Enfant Terrible |

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Un espacio militante y solidario

A dos cuadras de la Plaza de las Américas se encuentra la Casa Popular Carlitos Reyes. En el primer piso de una esquina de Richardson y Ayacucho se puede visitar el espacio, ubicado en el sector más popular del barrio de Güemes. En esa casa, desde hace más de 9 años, un grupo de militantes junto a vecinos y vecinas decidieron alquilar un lugar y transformarlo en una casa popular. Su inauguración pública fue el 29 de septiembre del año 2013 con una fiesta donde tocaron grupos musicales. Un dato de ese día: el dirigente nacional Juan Grabois estaba en Córdoba dando unas formaciones a cooperativas de la economía popular, fue invitado y se hizo presente.

Ponerle el nombre fue lo más fácil. Carlitos Reyes era un referente de ese grupo humano que nacía. Con décadas de experiencia militante a pesar de su juventud, fue el pilar del espacio en conformación. Lamentablemente, murió cuando el proyecto recién estaba comenzando, en una fecha significativa: el 1° de mayo. Unos meses después del golpe por su inesperada pérdida se reactivó una idea: había que conseguir un lugar y activarlo con militancia. El nuevo agregado: debía llevar su nombre. Sin dudas para quienes le conocían, este fue el mejor homenaje que se le podía hacer.

La CPCR creció sumando actividades. Producto de esta dinámica, unos años después, se impulsó la construcción de un “saloncito” en el barrio popular ubicado a la vuelta de la casa popular: El Chaparral. Lo inauguraron en febrero de 2017 y le llamaron “Esperanza Popular, el Chapa en movimiento”. Allí quienes forman parte de la “Carlitos” trabajan junto a trabajadores y trabajadoras de la economía popular (quienes terminaron organizandose en el Movimiento de Trabajadores Excluidos).

Para conocer mejor el recorrido del espacio y su situación actual, charlamos con tres de sus integrantes: Male, Ori e Hilacha. El y ellas son jóvenes trabajadores y estudiantes de la Universidad Nacional de Córdoba. Más allá de sus ocupaciones individuales, comparten el proyecto de la casa popular desde ya algunos años.

En la “casita”, como le dicen quienes la habitan cotidianamente, conviven integrantes de la organización Nueva Mayoría – Frente Patria Grande con “militantes independientes”. Según nos informaron la idea inicial del espacio fue construir desde una perspectiva “abierta y situada”. Esta sigue siendo un criterio fundamental para la CPCR.

Abierta a toda persona que quiera colaborar con el colectivo y los trabajos que se hacen. Situada porque buscar priorizar sus actividades en relación a las necesidades de la zona. Male nos contó que para ella “la casita, además de ser un espacio militante que trabaja para y con el barrio, es un espacio de construcción
colectiva y esto se busca poner en práctica todos los días”. Según nos dijeron, lo que les une centralmente es trabajar en colectivo para mejorar la vida de las personas del barrio. Ori así lo expresa: “la casita nuclea, contiene y abraza a quienes luchan por mejorar la vida de todes porque cambiar la cosa en soledad no se puede, hay que apostar a lo colectivo”.

La experiencia de estos años de la casa popular también fue conmoviendo historias individuales al ritmo de las actividades sociales, políticas y artístico-culturales que se fueron realizando. Hilacha nos lo compartió de la siguiente manera: “personalmente la casita es una hermosa experiencia de militancia que me abrió los ojos como para tener una conciencia social más práctica y no solo teórica”.

Una situación complicada

Luego de años de crecimiento para la casa popular empezaron años complicados. En diciembre del 2015, con la llegada al poder de la gestión macrista, las condiciones de vida de las mayorías populares fueron empeorando. Problemas desconocidos desde la fundación de la CPCR comenzaron a vivenciarse en el barrio (como en otras tantas partes del país). Las necesidades básicas insatisfechas de las personas de la zona se
fueron multiplicando. Tanto para este espacio como para el resto de las organizaciones populares, se tuvieron que intensificar y extender las redes solidarias. La pandemia del COVID-19 profundizó la situación. La casa popular, como la mayoría de las personas de la zona, continuo sufriendo fuertes golpes. Al mismo tiempo, las tareas de cuidado tomaron el centro de la escena como nunca antes.

Por eso, desde la CPCR se focalizaron las energías en promover la solidaridad en el barrio siendo parte de
una campaña nacional llamada “codo a codo” (impulsada centralmente por el Frente Patria Grande). Gracias a esta iniciativa, se ha logrado ayudar a más de 100 familias en los primeros meses del aislamiento obligatorio entregando bolsones semanales. Más allá de la campaña “codo a codo”, muchas de las actividades de la casa popular se vieron resentidas desde marzo del año 2020. Por ejemplo, las artísticas culturales se suspendieron.

Idéntica suerte corrieron actividades especiales como charlas-debate. El apoyo escolar se mantuvo en su mínima expresión de manera virtual. En el panorama pandémico, la campaña solidaria fue el eje vertebrador de la vida del espacio. Desde la CPCR nos han dicho que los últimos 7 años fueron más de resistencia que de
proyección. Male nos lo expresó así: “muchas veces hay cansancio y la plata no alcanza. La casita está atravesada por la crisis, por los problemas que existen en nuestra región y en nuestro país a causa de 4 años de neoliberalismo y 2 de pandemia”.

En esta situación complicada y con el aumento del alquiler de septiembre de este año, la casa popular entró en un momento crítico. Ori nos lo ha resumido de la siguiente manera:

“es un espacio autogestivo y con la situación que vivimos es complicado porque hasta cuesta pagar el alquiler propio y esto pasó también con las actividades. Así se nos ha complicado incluso hacer cosas en la casita, por ejemplo, por tener que buscar
otros trabajos”

Las perspectivas de la CPCR se volvieron muy negativas en octubre y la posibilidad de cierre parecía ser un futuro fatal casi inevitable. Como última oportunidad, quienes integran el espacio decidieron recurrir nuevamente a la solidaridad. Por eso, se activó una nueva campaña por redes y “boca a boca” convocando a realizar aportes económicos y de ideas en favor del sostenimiento de la casa. Las respuestas superaron las expectativas. En este punto, Ori expresó: “que la casita se sostenga tiene que ver con nuestra bandera de que la salida es colectiva y esto se vio con las respuestas de personas para que no se cierre la casita. Esto nos impulsa a seguir”.

Una resistencia

Luego de unas semanas de campaña por el “no cierre de la casa popular”, el sábado 5 de noviembre se realizó una reunión para definir la situación. Unos días después, se hizo pública la resolución de mantenerla por 6 meses haciendo una primera experiencia a modo de prueba. En tal sentido, se establecieron 3 ejes de trabajo: comidas y meriendas en El Chaparral, actividades artístico-culturales y espacios de educación popular (como
apoyo escolar de primaria y/o alfabetización para personas adultas). Hilacha nos expresó lo siguiente al respecto: “sostener la casita no solo es resolver el tema económico sino también y sobre todo, es activarla, ponerle vida, que haya distintas actividades”. Además, se definió continuar con las articulaciones establecidas. En primer lugar, con la nueva gestión del Centro Vecinal de Güemes. En segundo lugar, con un espacio de trabajo conjunto entre instituciones de la zona llamado “Encuentro Abrojal”.

Según afirman quienes sostienen la CPCR, el contexto general también influyó en la decisión final de realizar un esfuerzo por mantener la casa popular abierta. En este sentido, Ori nos expresó: “frente al avance de la derecha, no queremos caer en el “sálvese quien pueda”, esto no nos parece una opción”. Y en sintonía, Male afirmó: “lo que nos mueve a mantener la casita no es solo el amor que nos genera la casita sino todo lo que esta representa, su construcción compartida. No queremos dar por perdida esta batalla”.

La casa popular no ha superado completamente su crisis. Se encuentra a prueba. Sus integrantes afirman que en marzo, deberán realizar un nuevo balance y evaluar si la CPCR puede seguir abierta. Por eso, siguen solicitando aportes, tanto económicos en la cuenta de alias “casa.carlitos.reyes” (a nombre de Malena) y/o de ideas por mensajes privados en las redes de la CPCR (Instagram y Facebook). Sin embargo, entre quienes integran el espacio parece prevalecer una sensación de gratitud. El comienzo de la declaración que sacaron desde la casa popular y fuera recientemente publicada parece resumir ese sentir: “Gracias a los aportes, solidaridad y amor de la gente SEGUIMOS SIENDO TRINCHERA.”.

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