El fallecimiento de quien fuera tres veces gobernador de Córdoba, peso pesado del justicialismo provincial, y posible figura de unidad entre sectores del kirchnerismo y el PJ ha reabierto el debate sobre su polémica figura.
El padre del “cordobesismo” falleció este sábado 15 de septiembre en un accidente de tránsito en la ruta 36. Es paradójico que fuera esa autovía, que se convirtió en estandarte de la gestión De la Sota, la misma que fuera ejecutada por el grupo IECSA de Macri a expensas de enormes sumas de dinero de la obra pública, la que terminara con la vida de su principal impulsor.
José Manuel De la Sota fue un político con muchas caras. Partícipe por activa o pasiva de la derecha peronista que en el navarrazo del ’74 volteó al gobierno de Obregón Cano, inició una carrera política que, aún reaccionaria y macartista, no lo libraría de algunos días de presidio durante la dictadura de 1976.
Con el regreso de la democracia, se convirtió en el gobernador con mano de hierro que expulsó al radicalismo cheto de la conducción de la provincia, anti radicales de toda laya, y justicialistas de todas las fracciones le deben hoy más que un sentido pésame. Por algo ahora, tirios y troyanos, lloran la pérdida del hombre de la democracia cordobesa.
Y como los panegíricos funerarios siempre pecan de amnesia colectiva, es justo y necesario recordar su figura de firme enemigo de las barriadas más pobres de la ciudad y la provincia. Su código de faltas, los cientos de casos de gatillo fácil que quedarán impunes, y la mirada joven y firme de Facundo Rivera Alegre, que desde las paredes del centro capitalino aún preguntan ¿dónde está?, para memoria de todos y vergüenza de algunos.
Quien es ese hombre
Aún con el prontuario de la represión, los muertos y los desaparecidos en democracia, el quincho de “El hombre” volvió a levantar simpatías en la política provincial y nacional en los últimos meses. Su anhelo siempre fue la presidencia de la nación, y en ese sentido acusó reuniones con dirigentes del kirchnerismo y diálogos de unidad con el massismo al que se plegó desde 2015. Pintadas anónimas dejaban las paredes marcadas con “De la Sota 2019” a medio camino entre el anuncio y la amenaza.
Como dirigente peronista se reinventó para consolidar una base política que respondiera fielmente a sus aspiraciones. Si bien es cierto que la suma de sus tres mandatos dejaron un panorama de exclusión y represión en la periferia capitalina y el Gran Córdoba, tampoco es menos cierto que despertó y despierta simpatías e idolatrías en sectores populares y barriadas relegadas, producto de haberlas recorrido personalmente.
El provisiorio retiro político de De la Sota lo encontró lanzando su propia línea de ropa de alta costura, una corta pero notoria carrera como cantante de boleros, algunas charlas en universidades sobre conducción política y otras peripecias, en suma: un señor con muchas facetas.
La pérdida de su figura de peso dentro del peronismo no es sólo física sino también, — y sobre todo — simbólica: ¿quién dentro o fuera de la estructura del PJ y de sus innumerables agrupaciones podría juntar en la misma mesa a sindicalistas, empresarios, kirchneristas, massistas, y algún que otro diseñador de moda al son de un bolero, para pensar en 2019?.
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