JULES GROUBE: “MI VIDA CAMBIÓ CUANDO ENCONTRÉ EL TÉRMINO FETICHE”

La performance es un arte o el límite entre lo cotidiano y la obra de arte. Se puede desarrollar en un espacio, puede estar una persona presente en un contexto determinado, o no. Porque puede ser atemporal y sin lugar. El arte fetiche reducido en el espectador del entretenimiento para tener legitimación y más si es dentro de una institución. O no. Y que la performance sea el arte como experiencia y que posibilite nuevas formas de conocimiento.

Jules Groube es artista performance, también se puede llamar Danilo, Candy y Malú. Estuvimos hablando con él sobre su proyecto en base a la Performance que desarrolló en la Sala que Habito 2018, escenario de producción artística creativa promovido por la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Córdoba.

por Pita Fernandez para Enfant Terrible.

¿Cuál es tu definición de performance?

La performance para mi tiene varios niveles. El nivel artístico que yo considero es una experiencia. Muchos dicen que el cuerpo tiene que estar presente en un momento específico, en un espacio específico, como un evento. Pero, yo no considero que esas pautas tengan que estar sí o sí.

Es decir, una performance puede ser atemporal, que no tenga espacio físico y también puede que no tenga el cuerpo presente. Muchas veces buscada, predispuesta, pero no necesariamente con objetivos delimitados. En realidad, cuantos menos objetivos tenga hay más posibilidades de que se convierta  en una experiencia que posibilite nuevas formas de conocimiento.

¿Dónde se origina la enunciación de que la performance es arte?

Algo que está institucionalizado tiene legitimación. Por más que sea aire, por más que no sea nada. La institución tiene la expectativa de que la performance sea en un momento y que termine en un momento. Eso tiene que ver con un fetiche de la performance.

Además, como estereotipo de performance para que sea legitimada, es generar algo en el espectador.

Aparece la figura del espectador que yo la considero discursiva y en las instituciones se espera que haya un espectador. Es decir, la palabra espectador tiene que ver con lo espectacular, entonces el requerimiento es que entretenga o genere ruptura o genere shock o genere algo diferente en esa persona más que una experiencia abstracta.

Yo me siento cómodo, haciendo cosas que la gente no entiende o que genera más dudas que respuestas en cualquier contexto.

A partir de lo anterior, ¿existen procesos que llevas adelante para realizar la performance?

Mis procesos son muy cotidianos, cosas que me van pasando en la vida son las que me mueven a accionar mis proyectos, vamos a ser sinceros: existe un límite entre el cotidiano y la obra de arte. Entonces, lo que voy a considerar obra de arte tiene un proceso cotidiano y el punto donde se quiebra y se convierte en una obra es empezar a exhibirlo.

Antes de construir una pieza performática, que no la considero pieza porque no sé cuándo termina ni cuando empieza, tiene que ver con empezar a mostrar desde el proceso: por las redes sociales y mostrándole a gente para elaborar el proyecto. Empezar a exhibirlo es una intención de que salga a la luz.

Instagram como el soporte de tu performance, ¿qué virtudes y contras encuentras en la red social?

El contra de trabajar en las redes sociales es que el público es limitado. La gente que te sigue y la gente que puede llegar a seguirte son amigos de la gente que te sigue. Empecé haciendo acciones en la calle y me gusta mucho, posibilita más apertura de recepción. Pero, si considero que el pro de la red social, y es por eso que yo la uso, es que construye parte de mi discurso y contenido de la obra. Instagram tiene que ver con mis inquietudes.

La sala que habito, ¿cómo surge y de qué trata?

Mi proyecto es una investigación en base al concepto de performance. Empecé a googlear, a buscar en Facebook y a leer contenido de performance. Entonces, la hipótesis que me hice al principio del proyecto, vinculado con el cotidiano es: la performance como arte de acción tiene ciertos requerimientos para ser legitimada al igual que una persona en su vida real los tiene para ser legitimada como persona.

Lo que hice fue entrevistar a artistas y preguntarles cuál era para ellos ese anclaje y muchas de las respuestas eran las redes sociales. Una persona para tener más seguidores en Instagram tiene que construir un perfil, una coherencia estética y de contenido al igual que el artista. Y los vínculos personales favorecen la legitimación. Por ejemplo, en el cierre de la muestra de MAC (Mercado de Arte Contemporáneo) vino gente que se sintió criticada porque aparecía en el Instagram y me preguntaban: “¿qué esperas que sea el arte sino es eso?”. Y yo como que: “bueno, sí. Es tu mundo, fíjate”. Quizás no tuvo una buena devolución pero para mí sí. Le saco el lado positivo a una recepción negativa.

¿Tenés algún ideal de performance? ¿Y referentes?

Mis referentes en la performance no son artistas, son gente que veo en la calle, que veo en las redes. Mi ideal es que no se sepa cuando estoy haciendo una performance a pesar que tenga la intención de que suceda. Puede ser que la performance no tenga que ver con mi cuerpo y así mismo esperan que yo esté ahí entreteniéndolos. Me baja las expectativas del receptor, porque es muy difícil sacarse de encima siendo artista que el otro quiera verte y quiera saber de vos.

¿Emociones que se entrelazan con la performance?

Pasa algo, cuando yo lo legitimo siento que me empodero y me parece que está vinculado con una visión sociológica porque mi vida cambió cuando encontré el término “fetiche”. No paro de ver fetiches por todos lados. Veo cualquier persona y es portador de un fetiche y todos somos fetichistas cuando vemos a esa persona. No sé si es tan positivo para mi psiquis porque tiene mucho que ver con los estereotipos y me convierte en una persona súper vulnerable al estar compartiendo espacios con mucha gente, porque entro a un lugar y encuentro estereotipos, no encuentro gente. No critico eso, sino que me enrosco la cabeza pensándolo, cómo me ve el otro, qué estereotipo seré yo para ese otro. No me beneficia pero si favorece mi investigación.

¿Cuál fue tu experiencia con Mercado Arte Contemporáneo (MAC)?

Para el MAC me invitaron a hacer una acción en una zona que se llama “Liberada”. Me dijeron que haga una acción fuera del Cabildo, en la calle, en la plaza o alrededores participando como artista de género. Pero me dije: “¿por qué tengo que hacer una acción, por qué tiene que ser de género, qué es lo que están buscando de mí? ¿Qué es lo que se busca del artista?”.

Decidí que mi acción no sea en un lugar específico, que esté vinculado con las redes y trabaje en conjunto. El objetivo era tener nuevas experiencias y a la vez que nadie del público receptor: los conocedores del arte contemporáneo local, no pudieran verme accionando y tuvieran que seguirme de algún modo, no dárselo digerido. Accione para los transeúntes sin que ellos sepan, portando diferentes estereotipos que había stalkeado y seleccionado a partir de tres factores: la imagen constituida por la pose, la ropa, el pie de foto. Junte 5 estereotipos y los performatie alrededor de la plaza involucrando otro factor: el contexto. Y me di cuenta que no todos los estereotipos pasan por los mismos lugares. De ese modo, me interesó ocupar diferentes espacios en estereotipos contrapuestos y ver qué pasaba. Los resultados son millones, desde la gente que me miró e hizo un comentario, hasta los comentarios y me gusta de Instagram.

La experiencia de estar en el MAC, no cumple las expectativas de una pieza de mercado. Y eso en algún punto me gusta, no me beneficia. Me doy cuenta que mucho de lo que yo busco nunca va a ser rentable, porque no construyó piezas de venta. No sé qué pueden comprar de mí. Me pareció importante no hacer una acción que pueda ser registrada.

¿Una experiencia para contar?

En el cabildo viene mucha gente turista o que trabaja en la plaza. Y un día un pibito, se asomó por la ventana a ofrecernos una tarjetitas que vendía. Otro día, entró a la sala y nos ofreció una bolsa de consorcio. Y al otro día, ya entró y no se fue más. Iván se llama, tiene trece años y compartió la sala con nosotros. A mí me ayudo un montón, asique termine entrevistándolo a él. Luego, cae un señor grande que andaba con él y me preguntaba cómo había empezado a accionar mientras le mostraba un video donde estaba en el paseo de Las Flores postrado en una cama después de haber mordido una manzana. Y al final del video apareció un pibito que obligó a un transeúnte a besarme para que yo me despertara y cuando estaba diciendo eso, lo miro a Iván y le digo que era él. Hace cinco años que hice esa acción. Entonces, acá tengo un receptor de varias veces, que no lo conozco, no lo tengo en Instagram, ni nada.



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