Vivir lo innombrable y transmitirlo a tus seres más cercanos: el trauma persiste más allá de los cuerpos.
El trauma, entendido como trauma psicológico, debe ser una de las palabras más banalizadas de la cultura psicologizada de Argentina. La mayoría tiene el preconcepto de algo impactante o cierta incapacidad para responder ante ciertas situaciones, pero la verdad es que es un fenómeno mucho más potente del que suele verse retratado.
Un trauma es un daño, lisa y llanamente. Un trauma duele y lo hace porque es el resultado del estrés excesivo, ese que parece inabarcable e innombrable. Puede que pase una vez, puede que venga sucediendo hace 18, 43 o 527 años. Puede que algo traumático no se desarrolle en un trauma, puede que sí. Te puede pasar a vos, pero tal vez no a ella. Puede ser individual, puede ser social.
Cuando experimentamos una situación traumática, se activa un modo de respuesta ante el estrés que se conoce como 'respuesta de lucha o huida', que se caracteriza por el aumento de la presión sanguínea, las palpitaciones cardíacas, la transpiración y la pérdida de apetito.
El problema es que sus efectos persisten más allá de lo fisiológico, permitiendo el desarrollo de cuadros como síndrome de estrés post-traumático (PTSD), depresión, ansiedad e incluso problemáticas psicosociales -como afectar relaciones interpersonales- porque no vivimos en un vacío social. Es justamente lo opuesto: las probabilidades de desarrollar PTSD son más altas si lo traumático es realizado por una persona. Es por esto que se vuelve un fenómeno más complejo aún cuando pensamos que un trauma se pueda transmistir generacionalmente.
¿Qué connotaciones adquiere algo como la crisis del 2001 bajo esta óptica? ¿Qué características asume el sufrimiento del trauma sistematizado que vivieron y viven las poblaciones originarias? ¿Aumenta bajo esta luz la gravedad del genocidio trans lo suficiente para traspasar los límites del deseo de la mirada pública?
Reconocer la capacidad transgeneracional de un trauma no sólo destroza la pretensión individualista de aquellxs que bajo una bandera 'apolítica' pretenden destronar el poder de la historia, sino que pone en tensión los mismos límites de la existencia humana: el trauma sigue aún más allá del cuerpo. Pensemos en las locas de Plaza de Mayo.
Es necesario recuperar la dimensión temporal del trauma, es necesario pensar en su historización para así sobrepasar la noción de que lo traumático se va cuando nosotrxs lo hacemos y así podamos empezar a construir una historia para lxs que todavía no llegaron. Una mejor que la que nos dejaron al menos.
Es necesario bajarla de los anaqueles de lo anecdótico y desatarla de la fijación histórica, para poder comprender que tal vez sus efectos calan más hondo de lo que pensamos y son más actuales de lo que deseamos. Puede que así dejemos un mundo mejor.
Las referencias a los estudios citados se encuentran como links en las frases azules.
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