“La trágica agonía de un pájaro azul”: La manifestación de la tristeza a través de lo cromático

Por Ignacio Bisignano

La trágica agonía de un pájaro azul nació para convertirse en un clásico del teatro cordobés, formando parte de ese espectro de obras que siempre deseamos volver a ver. Una dupla de directores de la talla de Gonzalo Marull y Natalia Degenaro, el conocido gran nivel de lxs acterxs participantes y la presencia de un texto desafiante, precipitan las expectativas de cualquier espectador que se precie de disfrutar grandes propuestas.  Es innegable que estamos ante algo grande ¿Qué nos ofrece efectivamente La trágica agonía de un pájaro azul? ¿Sacia nuestras ansías previas? Esta obra no solo colma nuestras expectativas sino que las supera. La compleja trama que se desarrolla en el transcurso de las escenas se ve enriquecida de un amplio abanico de recursos técnicos y artísticos acompañada de una ejecución actoral ejemplar. Ahora bien, de todos los análisis e interpretaciones posibles que emergen de una obra de estas características, propongo comenzar con una referencia a la tradición más clásica: el teatro griego.

Un Implícito homenaje al teatro griego

La trágica agonía de un pájaro azul puede interpretarse a partir de un posible homenaje implícito al teatro griego, rescatar lo mejor de aquella tradición dionisíaca celebrada en la antigüedad helénica quizás nos permita analizar con detalle aquello que se despliega en escena ¿En qué sentido puede interpretarse esta obra cordobesa a través de los orígenes mismos del teatro? Recordemos que en la antigua Grecia, el teatro era ejecutado por hombres que encarnaban tanto los roles femeninos como los masculinos, y para ello, empleaban el uso de máscaras. Los actores que interpretaban a mujeres, no practicaban una “feminización” forzada ni una modulación exagerada de la voz, actuaban “naturalmente”, sin pompa. Representar fielmente lo que se referencia no constituía una exigencia en las fiestas dionisiacas, no se pretendía que la escenografía y los interpretes sean un reflejo de lo realmente existente. De hecho, el escenario, se situaba en centros panhelénicos, es decir, en sitios lejanos a los centros urbanos, en los cuales se lograra un punto de encuentro entre los habitantes desperdigados de la antigua Grecia. Esto hacía que las obras se manifestaran en teatros al aire libre en el seno de la naturaleza, contabilizando montañas o bosques como fondo natural de la escena. 

Dichas condiciones del ritual artístico griego, no parecían acarrear ninguna queja o insatisfacción por parte del público. El teatro era un rito relajado, los espectadores solían aceptar la ficción logrando penetrar en la obra sin necesidad de recaer en esa disimilitud o desemejanza entre la representación y lo que quiere representarse, entre la ficción y la realidad. Había una complicidad ficcional entre el público y los actores de una magnitud llamativa para una persona de nuestro tiempo. Esta complicidad era tal que los espectadores griegos, al adentrarse de lleno en la trama de las obras, manifestaban exacerbadamente sus sentimientos: reían a las carcajadas, lloraban desconsoladamente, expulsaban gritos. 

El público contemporáneo suele ser más exigente con los pactos ficcionales, la vara con la que se admite la ruptura con la realidad es bastante alta, por lo menos en relación a las fiestas dionisíacas celebradas en la antigüedad. Es necesario por ello, hacer mayores esfuerzos para conquistar al público. Si otrora los espectadores aceptaban reglas ficcionales bastante laxas, el público de la actualidad debe ser conquistado: lograr la ruptura de la realidad y la adaptación a la esfera estética del teatro es todo un desafío. Sin embargo, La trágica agonía de un pájaro azul logra que desde el minuto cero los espectadores acepten reglas ficcionales bastante rupturistas. Observamos actores varones, o autopercibidos varones, que aparecen en escena encarnando personajes mujeres, portando vestidos y ostentando sus rostros maquillados. Como ocurre en el teatro griego, no hay una exagerada feminización, no percibimos una modulación en la voz, ni un esfuerzo corporal conducido a encarnar movimientos que suelen emparentarse a una identidad femenina. Simplemente vemos un actor encarnando una mujer, nada más. Este recurso, podría parecer una provocación o interpelación hacia el público, y no estaría mal si así fuera, pero nada de eso ocurre. El mayor logro de La trágica agonía de un pájaro azul es conseguir desde el primer momento de la obra que los espectadores acepten esas reglas de juego propuestas. Es notable como nos habituamos de un modo muy natural a aquello que se observa en escena, no necesitamos hacer esfuerzo, no realizamos grandes concesiones a nuestro sentido de la realidad, simplemente nos sumergimos en la obra, nos adentramos en ella y aquello que vemos nos parece lógico y natural. Lo extraordinario de la obra es hacer fácil aquello que parece difícil, es volver sencillo algo que se precipita como complejo. Es simple y concreto,  son varones que interpretan a mujeres, solo eso. Y para ello, no resulta necesario forzar la voz o los movimientos, lográndose que se refleje ese talante que imperaba en la antigüedad griega. 

En la escena vemos mujeres y olvidamos que son actores varones, suspendemos nuestro prejuicio, ponemos en pausa nuestras pautas previas. Quizás, justamente allí resida una forma creativa de esbozar una crítica social desde el lenguaje propiamente teatral, de indagar y reflexionar en torno a los roles y las identidades de género a partir de estrategias netamente artísticas, esto es, mostrando un aspecto crítico de la problemática sobre el género exprimiendo aquel contenido de realidad que solo el teatro puede manifestar desde su registro. Si alguien nos relatara la obra antes de verla, pensaríamos que se trata de un recurso humorístico, o un recurso meramente provocador que intenta interpelarnos de modo directo, cosa que no estaría mal en otra propuesta, pero nada de eso ocurre en “La trágica agonía de un pájaro azul”. Sucede lo más extraordinario del teatro: logramos observar lo acontecido en la escena como peces en el agua, aceptamos lo que vemos sin cuestionamientos. Como Theodor Adorno diría, co-realizamos la obra de arte, nos dejamos arrastrar por su propia dinámica, nos adentramos en su propia inmanencia.

El azul como color hegemónico de lo escenográfico

En “La trágica agonía de un pájaro azul” los elementos que irrumpen el principio de realidad tienen a la vez una función significativamente estética. Es sumamente lograda la propuesta escenográfica y la estética propiamente dicha de la obra, en lo que hace tanto a vestuarios, objetos, luces, fondo, etc. El uso del color no es un detalle al margen. Varias escenas se encuentran dominadas por una iluminación monocromática que marca la tensión y el tono de los momentos. En algunos pasajes el color hegemónico es el naranja, en otros el rojo, y hasta incluso la propia ausencia cromática, esto es la oscuridad, domina lo escénico como factor medular. De todas maneras, es ostensible que el color central y con mayor tratamiento en el transcurso de la obra es el azul.  Esta tonalidad no aparece como un agregado simplemente anecdótico, sino que marca el tono principal de la obra logrando composiciones muy bellas. En ciertas escenas el azul resalta con brillo, como si estuviera iluminado, ya que todos los componentes presenten parecen estar a merced de la hegemonía de ese color, sea manifestado en un vestido, una luz o un objeto. En esta clave, lxs actxrxs aparecen con sus mejillas pintadas de azules, encarnando un recurso innovador, y que a la vez muestra una máscara artificial sobre la piel que transmite un encanto a nuestra visión. Podría sonarnos muy extraño un maquillaje de ese estilo, pero en el desarrollo de la obra consigue nuestra inmediata aprobación aportando a la vez un hermoso elemento escénico.

La escenografía en sí misma impacta ni bien ingresamos a la sala, abarca todo el escenario, lo copa, lo conquista. No parece el espacio de Documenta/escénicas que estamos acostumbrados a contemplar, ya que este ha sido devorado por el despliegue escenográfico de una obra de grandes magnitudes. Hay una presencia insoslayable de la naturaleza en la escenografía, pareciera como si las ramas y hojas presentes en el living de la casa donde se desarrolla la obra se impusieran al artificio, recordándonos lo frágil y débil que es la creación humana ante la fuerza de la naturaleza.  Tal vez, esa propuesta escénica sea un intento de darle voz a la naturaleza en una sala cerrada y situada en el corazón de una ciudad, quizás implique recuperar ese vínculo originario entre el teatro griego y la naturaleza, de rememorar ese espíritu primigenio de los centros panhelénicos situados en un entorno completamente natural y deliberadamente alejado de la urbanidad.

Diversas maneras de manifestar vidas tristes y dolientes

“La trágica agonía de un pájaro azul” se desarrolla en la muestra insoslayable del dolor y el sufrimiento de diversas mujeres. Todxs lxs personajes de la obra denotan una vida desgraciada, que cargan a la vez con un pasado desdichado y un presente difícil, lleno de desprecio. La riqueza de la obra, radica justamente en que cada mujer en escena – y unx personaje travesti -  manifiesta ese dolor de modos diferentes, el eje de sus personalidades responde a las consecuencias de vidas dolientes y tristes. El dolor parece estructurar cada rol interpretado configurando diversos perfiles que expresan variadas maneras de un transitar penoso. En unx personaje se hace presente la envidia, en otrx el miedo, una de las mujeres transmite inseguridad, otra expresa angustia, etc. Vemos diversas vidas trágicas, pero no de modo heroico y virtuoso como ocurría en la tragedia griega, sino a través de las bajezas humanas, dando cuenta del costado más humillante y miserable de las personas, tal como ocurría en las clásicas comedias helénicas. Sin embargo, “La trágica agonía de un pájaro azul” no es una obra que pueda subordinarse a un género de modo sencillo, no resulta posible rotularla felizmente como una tragedia o una comedia. La obra muestra bajezas, pero sin golpes bajos, manifiesta la humillación, pero sin apelar a lo humorístico como recurso central. Tiene su propio registro y lógica que no permiten encacillarla, atraviesa diversos momentos con distintas tónicas y sensaciones que no permiten encuadrar la obra en un determinado formato. Vale destacar, que en esa indefinición genérica no presenciamos una conjunción ecléctica y desarticulada. La obra mantiene una sólida y lograda estructura, encuentra un orden y coherencia en su propio despliegue que obtura cualquier mezcolanza desordenada. De hecho, la narrativa es clara y completa, velozmente logramos identificar lxs personajes y sus roles a través de un relato que nos seduce desde el primer minuto.

El dolor magnificado por la luminosidad

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Millet, Jean-François (1857). “Las espigadoras” en Museé d’Orsay: París

Al presenciar el despliegue de la obra no podía dejar de recordar la pintura “Las espigadoras” de Jean-François  Millet -expuesta en el Museé d’ Orsay en París-. El lienzo, situado en el siglo XIX, se basa en el cansancio del trabajo campesino. Concretamente vemos un fondo campestre donde el cielo brilla generando un predominio de colores claros y vivos, que transmiten felicidad, tranquilidad y paz. Sin embargo, en el primer plano vemos a tres mujeres campesinas - que justamente portan ropajes muy similares a los utilizados por las sufridas mujeres de la La trágica agonía de un pájaro azul -  que, agachadas, hegemonizan la escena juntando espigas de trigo en el suelo. A estas campesinas no les impacta la luminosidad del segundo plano, el cromatismo cálido del fondo no penetra en las tres figuras, de hecho podemos observar a las trabajadoras cubiertas por sombras y baja luminosidad, configurando un plano oscuro. Esta oscuridad, acompaña el cansancio y la tristeza que manifiestan los cuerpos ante el duro trabajo proletario que realizan al trabajar la tierra. Hay una yuxtaposición de un fondo claro contra un primer plano oscuro donde la luz existe, es cierto, pero distante y lejos de la dura vida de estas mujeres. Y eso parece ocurrir en  La trágica agonía de un pájaro azul: el gran uso del cromatismo de la obra y la bella escenografía que configura el segundo plano como fondo por momentos luminoso, parece no contagiar a las mujeres del primer plano, que a contramano del tono cromático de la obra manifiestan una penosa y desdichada vida. Al igual que sucede en “Las espigadoras” de Millet, en La trágica agonía de un pájaro azul la luz solo llega en forma de sombra, la luminosidad parece proyectarse en los personajes pero de manera deformada y desteñida. Paradójicamente, lo luminoso, al igual que la pintura de Millet, antes que aplacar o disipar el dolor, parece magnificarlo, señalando en toda su plenitud aquello que navega entre las sombras.

De Carla Zúñiga. Dirección de Natalia Degenaro y Gonzalo Marull. Actúan Maximiliano Gallo, Marcelo Arbach, Ana Margarita Balliano, Mauro Alegret, Carlos Lima, Carlos Possentini, Sharon Olazaval Miranda, Nicolás Giovanna, Viviana Grandinetti, Delfina Díaz Gavier, Gonzalo Maldonado y Trinidad Pignatta. Escenografía de Kirka Marull.

Funciones los domingos a las 20. Las entradas se compran en la sala. No hay reservas previas. Boletería abierta de viernes a domingo de 19 a 22. $ 300 general, $ 250 estudiantes y jubilados. DocumentA/Escénicas, Lima 364, Córdoba.


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