Politizar la soledad, o reconocer que no podemos nada sin lx otra

Más allá de la ficción liberal sobre la potencia individual, sobre la autosuperación y la competencia, unx es siempre con otrx. Si La vida persiste en el tiempo vinculada a los soportes materiales y afectivos que sostienen nuestros cuerpos, ¿es igual para todxs esa distribución de atención, contención, compañía? Wala Deasis dibuja un mapa de las soledades no elegidas de las subjetividades queer en esta nota para Enfant Terrible

Por Wala Deasis para Enfant Terrible

"La soledad es cosa rara 

Con tanta gente tan sola

Si lxs solxs se juntaran

La soledad queda sola"

Susy Shock

Politizar la soledad tal vez nos permita sacarla de ese lugar íntimo (que no existe) al que fue arrojada en las ficciones neoliberales. Politizar la soledad quizá nos permita quitarla de ese encierro que se edificó para fortalecer el mito del individuo, del ser autónomo cuyo destino depende sólo de sí mismo. 

Politizar la soledad. Esa que se encuentra  poblada por la desesperación de la compañía, es hacerla recorrer los territorios sociales para pensarla en relación a otrxs, para  ayudarnos a construir una vida más vivible.

Politizar la soledad implica desplegarla en medio de una red de interdependencias que hacen posible la vida y así re-imaginar una comunidad sobre la vulnerabilidad como condición constitutiva. No podemos nada sin lx otrx. Aunque lo queramos negar, aunque nos enfade. Los cuerpos ingresan al mundo en una relación de interdependencia que los iguala.

Cuando somos infantes esta dependencia es mucho más radical. La vida se hace posible en relación a unxs otrxs que nos cuidan (o no). Todas las acciones que llevamos adelante en la vida cotidiana dependen de la relación con otrxs. Desde el aire que respiramos, el agua que tomemos, los alimentos que llevamos a la boca, las caricias que nos convidemos y hasta la cama donde dormimos.

"La vida persiste en el tiempo vinculada a los soportes materiales y afectivos que sostienen nuestros cuerpos"

Esa condición de vulnerabilidad nos iguala pero al mismo tiempo su desigual distribución nos diferencia. Es desde allí que me interesa pensar la soledad en relación a la repartición diferencial de esos soportes. Tener en cuenta esto nos implica reconocer que la soledad para muchxs significara  empujarlxs hacia la muerte. ¿Quienes pueden estar solxs? ¿Quienes pueden transitar el tiempo de soledad sabiendo que luego podrán salir a la superficie y que sus cuerpos seguirán siendo sostenidos por las agendas emocionales? Agendas que también se instituyen en relación a cuáles serían los cuerpos para ser amados.

Las vinculaciones afectivas están directamente enlazadas con la movilización de soportes materiales y afectivos. Las subjetividades cuir -a quienes se suele quitar esos soportes por habitar modos de vida deslegitimados-, son arrojadxs a un destino de soledad. Sus cuerpos se vuelven más fácilmente rompibles. 

No se trata aquí de no considerar beneficioso para muchxs transitar un tiempo en soledad. Lo que me preocupa es que caigamos en posiciones que la romanticen sin tener en cuenta las complejidades que anteriormente mencioné. En todo caso, tal vez, podríamos preguntarnos cómo acompañarnos para que el tiempo de soledad sea una experiencia que no nos despotencie. Habitar un tiempo de soledad sabiendo que habrá otrxs acercando sus abrazos cuando así lo necesitemos.

La experiencia de soledad suele estar implicada en la dinámica de reconocimiento. De allí la sensación de estar sola entre tanta gente. Es decir, ni siquiera es necesario no interactuar con otrxs para sentirnos solxs. Cuando era niño o niña (esas cosas a mi se me confunden ) durante la siesta, mientras todxs dormían me escapaba a jugar en un terreno baldío cerca de casa. Me sentía libre. En ese lugar no había nada o quizás había todo lo que necesitaba en ese momento.

Un baldío con mucho pasto y árboles donde podía jugar a ser quien yo quisiera. Tomaba unas bolsas de nylon, que nos daban en el kiosco del cachilo cada vez que íbamos a hacer las compras y con ellas me diseñaba un top y una minifalda. En ese terreno baldío me declaraba mujer teniendo solo al sol como testigo. Pero pasado un rato, me sentía muy sola, me daba miedo y quería regresar a casa. Volver para que mamá me viera. Para sentirme reconocida en su mirada. 

Ciertos imaginarios circulan alentados tal vez por las correntadas neoliberales. Imaginarios que intentan reforzar la soledad como una panacea que nos provee todas sus riquezas. Hay una imagen mítica instalada a nivel social. Esa imagen narra al hombre en soledad, alejado de los ruidos de su comunidad, para hacerse las preguntas más importantes de la vida. Para desde allí producir los saberes más pertinentes. Tal vez sea porque no soy hombre pero yo las preguntas más importantes siempre me las hice acompañada de mi comunidad, revolcada en sus bullicios.

Por eso este texto, mis palabras, las preguntas que me hago están repletas de otras. Los aspectos de mi vida se hacen posibles (o imposibles) por otras que me sostienen (o me empujan). Por eso esto que escribo también es una invitación a pensarnos no sólo desde el cuerpo sino entre los cuerpos. Ese espacio de relaciones (lleno de conflictos) que nos hacen comunidad. 

Finalmente, no podemos nada sin lx otrx.

Somos el equipo de redacción de Enfant Terrible: el resultado de millones de años de evolución aglutinados en este irreverente existir.

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