LOS MEDIOS COMO ACTORES DECISIVOS: INFLUENCIA POLÍTICA Y PODER

Cada vez que los gobierno democrático latinoamericano intenta hacer transformaciones relevantes para sus países son boicoteados por poderes que exceden ampliamente la democracia representativa. Lo vivimos en el pasado con todos los golpes de estado cívico-militares en América Latina, pero también lo vivimos en el presente el famoso "lawfer". El aparato judicial, el mercado y los poderes económicos, y los medios masivos de comunicación siempre son patas centrales para desestabilizar los gobiernos. Situación agravada por la pandemia.  Hace algunos días que en Argentina desde los medios de comunicación se fogonea la idea de inestabilidad institucional. Los dichos de Duhalde en la televisión sobre la “dudosa”  vigencia democrática del año próximo debería encender algunas alarmas. También la idea de que se están perdiendo las libertades individuales en el marco de la pandemia. “Infobae” sacó una nota donde presume que por el DNU firmado por el Presidente de la Nación para congelar las tarifas de los servicios de telefonía, internet y cable, afectaría las relaciones con Estados Unidos y conflictos hacia la negociación con el FMI. “El cronista”, por su lado, saca una nota preguntándose si el golpe de Estado no existe ya, y si es orquestado por Cristina. Actitudes que no deberíamos naturalizar.

Cuando el coronavirus comenzó a ser una amenaza mundial, que afectaba a casi todos los países del mundo, los gobiernos iban tomando medidas para afrontarlo. Algunos decretaron cuarentena, otros aislamiento, otros nada, y así. En Argentina cuando el presidente Alberto Fernández decidió decretar la cuarentena obligatoria, curiosamente, tuvo el apoyo de “todas las fuerzas”. Era marzo, y recién comenzaba a circular el virus por nuestro territorio. La preocupación y el miedo estaban presentes, al ver lo que pasaba en países donde no había medidas estrictas: gente muriendo en las calles, hospitales colapsados, velorios en la vía pública, etc. Ante esto, los medios gráficos de comunicación se pusieron de acuerdo y salieron con la misma tapa: “al virus lo frenamos entre todos”. Sin embargo, la unión nacional para frenar al enemigo invisible duró poco. Al cabo de unas semanas, los medios masivos opositores al gobierno comenzaron con la campaña contra la cuarentena. Por supuesto que no es estático, y algunos miembros de la oposición se despegaron de dichas campañas.

Como siempre, los medios de comunicación mueven los hilos emocionales e ideológicos de las personas. Entonces, operan de la manera que lo hizo Viviana Canosa al ingerir, en vivo, agua con dióxido de cloro en su programa de televisión. Después del hecho, hubo dos víctimas fatales, entre ellas un niño de 5 años. ¿Cómo pueden, los medios, difundir información falsa que termine por actuar mortalmente, sin la menor responsabilidad? De todas formas, la defensoría del público advirtió que promover el consumo de esta sustancia era infodemia, término acuñado por la OMS  para referirse a la sobreabundancia informativa falsa y a su rápida propagación entre las personas y medios. Pero además de este repudiable hecho, cotidianamente producen y reproducen estas ideas que resultan perjudiciales para la sociedad. Sin embargo, todas estas operaciones  las usan tras levantar las banderas de la “libre expresión”. Lema históricamente levantado por los medios que operan para las derechas. 

Gran parte de este problema, que parece ser imposible de regular, se debe al monopolio de los medios de comunicación. Debate que estuvo muy presente desde 2009 cuando se discutía la Ley de Medios, y que fue el caballito de batalla de la oposición de Cristina Fernández de Kirchner cuando era presidenta. Sin embargo, el Grupo Clarín es el mayor conglomerado de comunicaciones de Argentina. Según un relevamiento realizado el año pasado por Tiempo Argentino y Reporteros sin Fronteras (RSF), el Grupo Clarín concentra el 25% de las audiencias de todas las audiencias del país y una porción importante del mercado. 

Es dueño del diario más leído y vendido en el país “Clarín”, y del segundo online más visitado “Clarín.com” . Además posee los medios del interior más importantes y con mayor audiencia como “La voz del Interior” (Córdoba), “Los Andes” (Mendoza)- y sus sitios webs. También es dueño de las emisoras líderes de radio AM y FM “Radio Mitre y FM 100 y una red de repetidoras, es la segunda red de TV abierta más grande del país (el canal cabecera es El Trece, de Buenos Aires). 

“Cuenta con varias señales de TV por cable, entre ellas una de las de mayor rating en noticias (TN), es socio del Estado y de La Nación en la única fábrica de papel de diarios (Papel Prensa), y accionista mayoritario del principal cableoperador del país (Cablevisión) y de una de las dos operadoras de telecomunicaciones más importantes (Telecom). También edita revistas, participa de producciones cinematográficas, tiene intereses en la distribución de diarios y revistas, y cuenta con intereses extrasectoriales (por ejemplo, en ferias y exposiciones). En casi todos los segmentos en los que participa, el Grupo Clarín ostenta una posición dominante.”, publicó Tiempo Argentino. 

No concentra únicamente audiencia, sino también ingresos del mercado. “Sin tomar en cuenta sus negocios de provisión de tv por cable, telefonía móvil y fija y conectividad a Internet, el Grupo Clarín obtuvo en 2017 ganancias por $159 millones, cuando el resto de grupos mediáticos que serían su competencia no llegaron a cruzar el umbral de los $10 millones. Obviamente, la renta del Grupo Clarín se multiplica con creces si, además, se incorporan sus unidades de negocios hoy agrupadas en Cablevisión Holding.” (...) Cuando el Grupo Clarín y Fintech sellaron la fusión a mediados de 2017, la suma de los servicios de Cablevisión y Telecom arrojaba a nivel nacional el 42% de la telefonía fija; el 34% de la telefonía móvil; el 56% de las conexiones a Internet por banda ancha fija; el 35% de conectividad móvil; y el 40% TV paga.” , informa Tiempo Argentino.

Los propietarios de semejante negocio son: Héctor Magnetto 29,8%, quien junto con Ernestina Noble Herrera, apareció en la escena del negociado de la prensa en 1977 cuando Clarín, La Nación y La Razón pactaron con la dictadura militar la apropiación de Papel Prensa, tras haber desposeído de las acciones de esa empresa a Lidia Papaleo, viuda de quien era original propietario David Gravier. En plena dictadura fue secuestrada, violada y torturada por militares para sacarla de escena y así la Junta Militar podría pactar el paso de manos de Papel Prensa a estos medios, “el acuerdo establecía: ‘Las tres empresas convienen y aceptan que sus derechos societarios dentro de Papel Prensa SA se ejercerán coordinadamente, por intermedio de los representantes de cada signataria’: Magnetto por Clarín, Bartolomé Mitre hijo por La Nación y Patricio Peralta Ramos por La Razón”, aporta un artículo publicado en Nuestras Voces. En 1978 Magnetto, Noble Herrera y Videla, junto con otros socios formalizaron públicamente la acción. 

En la actualidad, el otro propietario del 24,9% es Felipe Noble Herrera. Y el otro 24,9% pertenece a Marcela Noble Herrera. Ambos hijxs de Ernestina Noble Herrera, pareja del fundador de Diario Clarín, Roberto Noble.

PASADO Y PRESENTE

Los medios masivos de comunicación fueron partícipes activos en cada golpe que hubo en Argentina. En la última dictadura cívico-militar de 1976-1983, la complicidad y la actividad mediática fueron cruciales en la opinión pública para darle aceptabilidad y encubrir las acciones que con la que torturaban, desaparecían y asesinaban militantes. La construcción mediática, como subversivos y terroristas, hacia lxs que se organizaban en la época fue explícita. De a poco, fueron instalando la semillita del famoso enemigo interno, y ¿qué se hace con lxs enemigxs? se lxs elimina, ¿cómo? se lxs extermina. Reforzaban la idea de que había una guerra.

Una nota de la Agencia Paco Urondo aporta lo siguiente: “El 24 de marzo de 1976, los principales medios de comunicación celebraron el golpe de Estado: La Nación publicó en su tapa una nota titulada “Las Fuerzas Armadas asumen el poder; detúvose a la Presidente”; Clarín, “Nuevo gobierno”; La Nueva Provincia, “Gobiernan las Fuerzas Armadas. Refundar la Patria. Si así lo hiciéres, que Dios os lo premie; si no, que os lo demande”; La Razón, “Las Fuerzas Armadas han asumido hoy el ejercicio del poder” y El Día, “Fue derrocado el gobierno, asumieron los comandantes generales”. En ninguno de estos casos, por ejemplo, se hizo mención al golpe de Estado que se había cometido, ni tampoco a la dictadura que se instalaba a partir de éste.  (...) El 25 de marzo de 1976 el diario La Nación sostuvo en su editorial: “La crisis ha culminado. No hay sorpresa en la Nación ante la caída de un gobierno que estaba muerto antes de su eliminación por la vía de un cambio como el que se ha operado. En lugar de aquella sorpresa hay una enorme expectación. Todos sabemos que se necesitan planes sólidos para facilitar la rehabilitación material y moral de una comunidad herida por demasiados fracasos y dominada por un escepticismo contaminante. Precisamente por la magnitud de la tarea de emprender, la primera condición es que se afiance en las Fuerzas Armadas la cohesión con la cual han actuado hasta aquí. Hay un país que tiene valiosas reservas de confianza, pero también hay un terrorismo que acecha”. 

Tampoco fue la única vez que tuvieron un papel activo para voltear un gobierno. Yendo aún más atrás, también participaron en el golpe a Perón. Este fenómeno tampoco es único en Argentina, ni tan viejo. Siempre que se quiere desestabilizar un gobierno democrático los medios son constructores de discursos en ese sentido. En Chile, por ejemplo, fueron un punto clave para boicotear el gobierno socialista de Salvador Allende. 

En la actualidad también los medios voltean gobiernos, con la complicidad judicial y bajo la lupa de la corrupción. Aunque ya no se necesite la intervención militar. De esa manera en Brasil con el impeachment a Dilma Rousseff, que lograron destituirla. Además de encarcelar a Lula quien aún sigue en juicio. En Bolivia, los medios también fueron construyendo el odio hacia Evo Morales y consiguieron un golpe, del cual los medios hegemónicos bolivianos ni siquiera nombran como tal, ocultan información y tergiversan la realidad que está viviendo el país. Ecuador actualmente está condenando a Rafael Correa, el ex presidente. Ni hablar de la campaña mediática internacional en contra del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro. Lo mismo quisieron hacer con Cristina Fernández de Kirchner, y siguen en esa búsqueda, aún sin éxito. En 2015 empezó, con más fuerza, una persecución mediática y política brutal. Con las mismas intenciones que tuvieron en los países vecinos, se buscaba inhabilitar y encarcelar a Cristina, por corrupción. Sin pruebas firmes, sin proceso judicial justo. Pero no han podido. En su declaración el año pasado la vice presidenta denunció y explicó el famoso "lowfer", la "Guerra Judicial". Demonizar un proyecto político a través de causas penales, definía. "La matriz que caracteriza las causas que se me siguen siempre es la misma. Inicio e impulso de causas por parte de adversarios políticos que son ampliamente difundidos por la prensa. (...) Fue una causa armada solamente para tener impacto electoral y mediático porque se desarrolló el último mes antes de las elecciones presidenciales del 2015. Así llegó este gobierno saliente al gobierno [Cambiemos]. Con el auxilio invalorable del aparato judicial", declaraba Cristina. 

CAMINAR HACIA UNA DEMOCRACIA MEDIÁTICA

La histórica reivindicación de medios más pequeños o de una línea ideológica que aspire a la igualdad y equidad, ha sido que el Estado regule la monopolización mediática, tarea que se hace urgente en tiempos de levantamientos conservadores que avanzan con creces. Dibujar horizontes que permitan realmente la libertad de expresión y no la mera difusión y construcción de intereses económicos y políticos por parte de los gigantes medios. Para que en uno de los programas más vistos en la TV argentina no sea posible que una conductora ingiera líquido tóxico cuando se atraviesa una pandemia mundial, ni que un ex-presidente pueda decir libremente que el año que viene habrá un golpe de Estado. 

“El periodismo es libre o es una farsa”, dejó como legado Rodolfo Walsh, asesinado por los militares el 25 de marzo de 1977. Pero esa libertad, muy lejos está de la bandera conservadora que los medios propietarios de audiencia y riquezas, pretenden defender. 

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