Maxi y Darío arden en la memoria, mientras falte pan y trabajo

Un día como hoy, la policía de la provincia de Buenos Aires fusilaba a Maxi Kosteki y Darío Santillán. Los recuerdos dolorosos nos llevan a mirar hacia atrás, cuando surgió un movimiento inédito en el país durante el neoliberalismo. La figura piquetera fue la respuesta organizada ante el vacío representativo y la indiferencia del gobierno al sufrimiento del pueblo. Hoy continúan presentes, como Kosteki y Santillán, levantando barricadas mientras haya una injusticia, mientras falte pan y trabajo.

La entrada en la década de los 90' significó un cambio de época. Era la primera vez que el pueblo argentino, a lo largo y ancho del territorio, sufría la traición de sus "representantes" después de haber depositado su confianza a través de una elección democrática. Lo que siguió fue una crisis histórica. Las privatizaciones y las leyes de ajuste para bajar el déficit fiscal programadas por agentes como el FMI, son, fueron y serán medidas inevitables para asentar el modelo neoliberal.

Con las puertas abiertas a empresas multinacionales a partir de las Reformas del Estado y la privatización de las principales empresas estatales como YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales) y Gas del Estado, comenzó el saqueo. Hasta los sindicatos, que en otros momentos fueron la fuerza combativa del pueblo trabajador, se dieron la mano con parlamentarios que se felicitaban por el "triunfo".

A sus espaldas llegaron los despidos y la desocupación en masa, la flexibilidad laboral, la devaluación de la moneda, salarios adeudados, la pobreza, el hambre, la desesperanza. Síntomas de un modelo que para instalarse debía dejar por fuera a cientos de miles de personas, ahora desocupadas.

En las rutas, los fantasmas con capucha

De a poco, un nuevo fantasma comenzó a recorrer las rutas. Harapos al calorcito de la olla en el frío y la intemperie, escondidos tras el humo negro y el fuego de barricada, gritos y voces se aglutinaron en los cortes de ruta y asambleas masivas, portando banderas y largos pliegos de reivindicaciones.

El vacío representativo, la desconfianza en los principales sindicatos y la crisis generalizada, hacían surgir una nueva identidad tras el resguardo de la capucha. Comenzaba a levantarse un nuevo movimiento social y político. Ahí nació el movimiento piquetero, cuya columna era el trabajadorx que ya no estaría desocupadx sino, ocupadx en no estarlo.

La primera asamblea de mujeres piqueteras en el Puente Pueyrredón. Fuente: ANRed

La palabra volvía a cobrar valor, las decisiones se tomaban en conjunto a través de formas de democracia directa que desplazaban al poder político, trasladando la capacidad de decisión y acción a las asambleas. Militantes políticos, estudiantes, periodistas, docentes, comerciantes, comunidades indígenas y hasta empresarios. Cualquiera que entendiese que la situación ya no daba para más, tenía voz y voto en el movimiento, otorgándole un carácter multisectorial.

La unión, la percepción y articulación de los intereses comunes, constituía al movimiento y sus integrantes como nuevos actores sociales.

Cuando se cortaban las rutas llegaba la policía, la Gendarmería, balas, palos, tanquetas. Ante la constante represión se renovó el carácter combativo en el país, más resistente que cualquier escudo y más impactante que cualquier bala.

Imágenes del Cutralcazo. Fuente: Revista Sudestada.

En Neuquén y en Salta, donde se encontraban yacimientos privatizados y cuyos pueblos como Plaza Huincul y Cutral Co, Mosconi y Tartagal, lxs desocupadxs ganaban la atención de los funcionarios provinciales y nacionales. En 1996, cuando ocurrió el "Cutralcazo" en el sur, la Unión de Trabajadores Desocupados (UTD) del norte venía con experiencias como la toma del Concejo Deliberante de Mosconi, luego transformado en un comedor.

"Los piqueteros ya son gobierno"

Llegando casi al final de la década, pueblos enteros se rebelaron. La red piquetera se fue uniendo hasta organizar en 2001 el primer Congreso Nacional Piquetero en localidad de La Matanza.

A la par de las instituciones gubernamentales y los grupos empresariales, miles de personas llegadas de todos los sectores del país se unieron consolidando un nuevo sistema de gobierno que se definía en los cortes de ruta y asambleas masivas. Seguros de desocupación, Asignación Universal por Hijx (AUH) y el aumento del Haber Mínimo Jubilatorio, eran algunas de las demandas que reflejaban la transversalidad de la crisis en todos los niveles etarios.

Con estas demandas se definió un plan de lucha a nivel nacional. Las estrategias coordinadas desembocaron en un estado de sitio obrero, con las rutas de todo el país controladas por el movimiento.

A pesar del aparato mediático que intervenía de modo sistemático buscando deslegitimar al movimiento, a estas alturas el sufrimiento se había colectivizado de manera tal que las operetas eran ineficaces. Era imposible negar la realidad.

Fuente: Radio Mitre

La situación de caos y descontento, llevó a que el sucesor de Menem, Fernando de la Rúa, huyera en helicóptero desde la Casa Rosada sin dar la cara ante los reclamos, mientras el pueblo era masacrado por las fuerzas policiales en las calles.

La masacre de Avellaneda

Ocupando el mandato, el jefe de estado Eduardo Duhalde no tenía intenciones de revertir el escenario que llevaba más de 10 años hambreando al pueblo. El movimiento piquetero continuaba en las calles sin retroceder ante los discursos vacíos de una supuesta recomposición nacional. Cientas de organizaciones crecían en todos el país.

La violencia estatal llegó al tope. Un 26 de junio de 2002, dos jóvenes piqueteros, Maxi Kosteki (22) y Darío Santillán (21), fueron fusilados por la policía provincial bajo las órdenes el gobernador de la provincia de Buenos Aires Felipe Solá, actual ministro de Relaciones Exteriores de la Nación. Ese día 33 personas fueron heridas con balas de plomo disparadas por 2000 uniformados y policías de civil que recogían sus cartuchos de escopeta luego de disparar. Este hecho se conoció como "la masacre de Avellaneda", ocurrida a metros del Puente Pueyrredón.

La sangre piquetera no se pudo ocultar. El costo político para Duhalde implicó la necesidad de adelantar las elecciones para el 27 de abril de 2003, siete meses antes de lo programado, donde sería electo el justicialista Néstor Kirchner.

La esperanza es la lucha popular

La nueva corriente de gobierno nacional-popular logró estabilizar poco a poco la crisis; incluso muchas fracciones del movimiento acudieron a la propuesta de Kirchner. Los años de unión nacional piquetera y el nuevo gobierno del pueblo para el pueblo continuaron como utopía.

Muchas reivindicaciones partidarias surgieron y se implementaron como políticas gracias a la insistencia de un movimiento organizado que sangra y llora sus tantas víctimas como Aníbal Verón. A pesar de las cárceles, los estigmas, la indiferencia, su prevalencia ha enriquecido las experiencias políticas de lucha a través de los métodos piqueteros.

La lucha por pan y trabajo no ha cesado hasta el presente, debido a que tampoco se han sanado las heridas que el neoliberalismo abrió en la sociedad argentina.

Todo indica que la existencia de la figura piquetera que combatió en la primera línea de la pobreza, persistirá por siempre, mientras falte pan y trabajo. Este es el símbolo de la solidez identitaria que se conformó en los peores momentos. Como en Matanza y en Tartagal, la esperanza es la lucha popular.

Fuentes:
-La izquierda y la emergencia del movimiento piquetero en la Argentina. Análisis de un caso testigo. José Daniel Benclowicz.
-Documental: Un fantasma que recorre la Argentina. El movimiento piquetero.
-25 años del Cutralcazo, nacía el movimiento piquetero. Por ANRed.

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