Jazmín y el Pelícano, lo fantástico respira entre nosotrxs
Jazmín Demarchi Oliveira es la artífice de ‘Mapamundi’, un EP de cinco canciones. Según relató a Enfant, lo creó por la necesidad de salir de las cuatro paredes de la casa donde vivió durante la pandemia. Un cuento cantado de realidades fantásticas.
Escribir para sobrevivir. Vivir para escribir, escribir para cantar, para alardear que se puede imaginar escenarios conocidos, no así vividos. Hay poetas que consideran que para escribir hay que vivir el dolor en carne propia como Rimbaud. Tantos más inventan mundos y rompen su propia realidad psíquica para mostrar que también se puede habitar la experiencia sin salir de la casa, como Cortázar o Borges. Ambos métodos son eficaces, ya que lo inexplicable de una buena historia radica en que el lector viva como propia una experiencia ajena.
Un cuento no es una fábula y una leyenda no es un mito, sin embargo comparten características en común: todas son verdades en su propia ficción; desdibujan la identidad propia de quien relata para encarnar otros personajes. Puede ser el más enamorado de los adolescentes, la más sufrida de la cuadra o los amantes que ‘flotan a la deriva hacia muertes de césped, hacia puertos que se abren entre sábanas’.
Los cuentos pueden escapar a la temporalidad de lo cotidiano y, de igual manera, transcurrir en una cafetería ubicada en 27 de abril como en ‘Sorocabana’; narrar la ‘Historia de un Geólogo’ llamado Wegener y jamás haber cruzado más de tres palabras salvo para ver dónde va ese ‘Tren’ mientras le habla a mamá y a papá de ‘El Viejo López’ que moría al lado de su perro.
‘Mapamundi’ es un cuento cantado, una narración viva que intenta captar la esencia cotidiana de lo que todo niño/a busca en su imaginación y que en la adultez se escapa y bifurca por la rutina: crear mundos de ensueños. Realidades fantásticas, demasiado presentes, como para no querer husmear qué hay en la vida de cada personaje que pasa por ese mundillo creado por Jazmín y el Pelícano.
Jazmín Demarchi Oliveira es la artífice de ‘Mapamundi’. Lo creó por la necesidad de salir de las cuatro paredes de la casa donde vivió durante el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) por el Covid-19, según relata a Enfant.
“Siento que de algún modo este mapamundi fue una manera de ampliar el mundillo en el que estaba viviendo en ese momento. Particularmente durante la pandemia. Me sentí muy restringida (es algo que nos pasó a todos) de pasar mucho tiempo encerrada. Levantarme y ver todos los días el mismo espacio y los mismos objetos, fue avasallante”, comenta la cantante.
La salida fue la realidad fantástica. La encontró en la literatura, en la música, la escritura y la composición. Inspirada en la descripción de Patti Smith sobre Wegener (meteorólogo, geofísico y geólogo alemán) en su libro ‘M Train’ donde relata su pasado, sentada en un café de New York, en un presente que describe como estático y anodino. Jazmín por su parte, inquieta, escribe: “un supercontinente por el que migraba sin que hubiera frontera el primer dinosaurio, Wegener va”. Para ella significó “una manera de viajar a un mundo diferente”.
Respecto a la invención de los personajes que cobran vida en ‘Sorocabana’ la melodía de la guitarra, los silencios y el sonido ambiente dotan de forma a los mismos, dando la sensación de que conversan con fantasmas, como los personajes de la casa encantada en Canterville. Aunque es ella misma pensando, mientras se enfría el café.
“Siento que en eso hay varios niveles. El primero es pensar estos pequeños universos y personajes donde tiene que ser un todo coherente. Después está el proceso de producción para que tenga sentido a nivel macro, porque no sos vos el foco, solo estás construyendo esta pequeña realidad”, reflexiona Jazmín.
Así como Patti Smith describe un paisaje de experiencias; en ‘Tren’, la creadora de ‘Mapamundi’ cohabita el misterio de recuerdos que parecieran pasar como frames por segundos en la ventanilla: “Guardaba la pistola y el puñal en un cofre antiguo que abría con una palabra. Y si tomara ese tren quizás pudiera irme”, canta.
Mis cuentos son reales
La producción del arte vive en la contradicción de no poder cambiar la realidad concreta con una canción y a su vez, pone al espectador/a al margen de lo que sus intérpretes hacen con la obra. Para el escritor Julio Cortázar lo fantástico del cuento le llega a cualquiera, tanto como posibilidad, como por desgracia:
“Mis cuentos son reales, comienzan en un sitio determinado y les pasa a gente como nosotros... Escribirlos es, pues, mi único comercio con lo fantástico, y tengo que declarar honestamente que el concepto que tengo de este territorio no entra en lo racional”.
Ligar lo fantástico de las palabras con la música, la ternura con la ironía de cantar los últimos latidos de "El Viejo López", que se acompasan con los golpes de la caja de la batería que acompaña sus minutos finales. Mientras acaricia su perro, sentado, leyendo un libro, recordando hasta morir; “sintiendo como su cuerpo flotaba”.
“Está dimensión simbólica es clave para que la gente pueda pensar en otras cosas. Estamos muy acostumbrados por la cotidianidad de la practicidad del día a día a un imaginario medio acotado” comenta Jazmín.
Un barco que iba a Budapest
‘Aunque estemos muy lejos poder quedarme entre tus cosas como un amuleto’, canta en la canción que abre el Mapamundi, ‘Budapest’. Necesidad, urgencia, plasticidad, sublimación, puros adjetivos para describir lo mismo, dejar de hacer siempre las mismas cosas. No todos los días se viaja en barco a Budapest pero se puede ir siempre de viaje escuchando la canción. Un lenguaje común: crear imágenes desde los sonidos. Hacer de las palabras una melodía narrable a la que se pueda regresar cuando se necesite salir del agujero interior. Entonces: ¿Para qué se escriben canciones?
“El que las hace, las hace porque tiene la necesidad de vivenciar y experimentar eso más a nivel individual y también en la medida que ofrece eso al mundo, porque quiere que también el resto pueda compartir esa experiencia”, concluye Jazmín que reposa su cabeza en el mapamundi.
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