"Los ahogados": una experiencia artística de alto nivel

Por Nacho Bisignano para Enfant Terrible

Suele decirse que el teatro es el arte de la presencia y el encuentro. Los intentos de registrar fílmicamente cualquier acontecimiento teatral se han mostrado estériles e incapaces de remplazar lo vivenciado en escena. Las necesarias medidas de cuidado y distanciamiento físico en tiempos pandémicos desnudaron la incapacidad de lo visual para remplazar aquellas artes basadas en lo corpóreo. Mi primera experiencia como espectador en el marco de la reciente apertura de las salas me permitió reafirmar de modo contundente aquella verdad. Asistí a una función de Los ahogados, obra que impacta en su manera de expresar “la presencia”.

La fórmula empleada aparenta habitual y sencilla: se trata de un cuento ya escrito – y publicado – al que se le imprime otra forma estética a través de la voz y el cuerpo de un actor-relator que utiliza diferentes recursos teatrales. Lo destacado no recae tanto en el formato de la propuesta sino más bien en aquellxs que la ejecutan.

La sobresaliente pluma de María Teresa Andruetto, la magistral performance actoral de Santiago San Paulo y la vital atmosfera escénica conseguida por la dirección de Claudio Piñeiro consagran a “Los Ahogados” como una joya de la escena cultural cordobesa. El exquisito enlace compuesto por un relato conmovedor y una impactante autoridad actoral configura una experiencia artística de alto nivel. La obra nos cuenta la historia de dos jóvenes con una bebé que se refugian en una casa a las orillas de un río bonaerense. Allí advierten sobre la playa la aparición de algunos cuerpos ahogados en las orillas ¿Quiénes son los ahogados? ¿De dónde vienen?

"La carne en escena"

La narración desarrolla una historia pequeña e inocente que encubre un contexto cargado de horror y pesadumbre. Al ser relatado el cuento ostenta su maestría, resulta inevitable sumergirse en la narración ni bien comienza a desplegarse la letra. Es de aquellos cuentos que detienen nuestro tiempo y transitamos con placer. Además del halo penetrante de su prosa, María Teresa Andruetto tiene la habilidad de crear incontables pasajes poéticos que deslumbran por su belleza. Si bien la historia expone los horrores perpetrados por las acciones humanas en un contexto político oscuro, lo bello se vislumbra en la referencia a los elementos naturales que rodean la escena.

Diferentes manifestaciones de la naturaleza se encargan de darle contextura y poesía a las frases elaboradas. El pulso del texto muestra su mayor riqueza en la aparición de figuras como “el aire”, “el río”, “el mar”, “la llanura”, etc. De algún modo la inmensidad eterna de lo natural manifiesta su predominio sobre los vestigios humanos que irremediablemente se deterioran y desgastan en el camino hacia su desaparición. Andruetto parece embellecer la palabra a través del poder de la naturaleza como antídoto contra el olvido. La memoria de los horrores humanos debe emular la fuerza incansable de la naturaleza que nos circunda. El artificio poético desafía la extinción de toda creación. La depredación del poder de la naturaleza es capaz de borrar las huellas más profundas del trazo humano, pero no se encarga de instaurar lo que creemos justo.

La memoria y la justicia solo pueden encontrar refugio en la palabra, y no hay refugio más seguro para ella que su expresión poética


Si el relato en sí mismo es digno de admiración, el despliegue teatral dirigido por Claudio Piñeiro expande su riqueza artística. Al presenciar el desarrollo de la obra entendemos porque cualquier intento de registro visual sería inútil. Los diversos elementos que componen la escena motivan una experiencia total que invade nuestra dimensión sensitiva en un amplio espectro. Los Ahogados condensa una propuesta plástica en la cual lo visual se encuentra en equilibrada relación con lo sonoro, lo táctil y lo atmosférico. La voz que encarna la narración de la historia no es bajo ningún aspecto unilateral y frontal.

El sonido retumba entre los objetos que articula la escenografía, dialogando con la materia en diferentes modulaciones. Las vibraciones que emergen de la garganta del narrador repercuten de diversas maneras en un ventilador, una lata o una herramienta de construcción. A la vez, el único actor de la obra hace uso de su voz con una lograda versatilidad. A partir de utilizar la respiración, la agitación y los falsetes Santiago San Paulo no solo logra encarnar diversos personajes en un mismo cuerpo, sino que también calibra su manera de expresarse a la hora de aportar a la trama tensión, tranquilidad o alegría.

A la excelente ejecución de la voz San Paulo le añade un magistral uso del cuerpo. Sus movimientos y contorsiones corporales resultan hipnóticos. Es que San Paulo se destaca por imponerse en la escena de una manera formidable. En otras obras como Operativo Pindapoy o Argentina Hurra nuestro actor magnificaba su presencia, manifestando un “aquí estoy” impactante en cada una de sus intervenciones.

En el caso Los ahogados su capacidad corporal es sostenida durante toda la obra permitiendo desarrollar con éxito la difícil tarea que todo unipersonal presenta. Paradójicamente el acierto del despliegue actoral no se recuesta tanto en su capacidad de centralizar la mirada en un solo enfoque, sino más bien en construir una atmósfera omnidireccional.

Lo que escasea en Los Ahogados es esa visión retiniana en la que la hegemonía del ojo disipa el resto de los sentidos. Construir conscientemente el despliegue escénico desligado de la idea de un espacio unitario con perspectiva única, es uno de los mayores logros de esta propuesta. Aunque parezca una noción artística superada, la concepción sobre la perspectiva del Renacimiento sigue teniendo su influencia.

El historiador del arte Hauser advierte que la idea de un espacio continuo y homogéneo en donde vemos las cosas con un ojo único e inmóvil es una herencia del Quattrocento que condiciona aún hoy nuestra manera de concebir la percepción .

La dictadura de lo óptico ha sido rebatida por distintas corrientes intelectuales pero sigue operando como verdad implícita en lo que hace a nuestra noción espacial y nuestro campo de acción. Por ello es notable como Los ahogados logra que el espectador no sienta lo desplegado como una exterioridad frontal puramente visual, sino más bien como parte de su campo perceptivo en sentido amplio. La obra exprime la aparición física de modo tal que sería intraducible a un mero acontecer visual. Parafraseando a Merlau-Ponty lo desplegado en Los ahogados permite envolver al espectador en “la carne de la escena” , ya que más que afectar nuestra retina la obra parece acariciar nuestra piel.

Los elementos y los objetos

No solo la capacidad actoral y el uso de los sonidos permite agudizar la percepción del espacio, sino también la presencia de los objetos en su constante resignificación. Los objetos que aparecen expanden sus posibilidades estéticas e instrumentales de una manera ingeniosa y lúcida. En un simple movimiento una vestimenta puede convertirse en hélice o una mera jarra transformarse en un bello artilugio.

Elementos como la arena, el aire generado por un ventilador o los efectos lumínicos utilizados conducen a los espectadores a “sentir” el entorno climático y terrenal que propone el relato. El impulso sonoro del viento y la arena que este arrastra envuelven la sala de tal forma que nos resulta difícil imaginar otra atmósfera afuera del teatro. Por momentos el ambiente árido y desértico que enuncia la obra deja de ser un mero imaginario y se llega a “experimentar”. Aunque su título indique la presencia de agua Los ahogados termina dando sed.


En el último tiempo nos hemos cansamos de afirmar que el teatro era el arte de la presencia y Los Ahogados no hace más que confirmar tal aseveración. Esta obra ofrece en diversos niveles una experiencia plástica y corporal, desacreditando la visión frontal, fija y enfocada que tanto nos desgastó en periodos de cuarentena estricta. La combinación de una magistral atmósfera sensorial, una actuación sobresaliente y un relato excelso nos ofrecen una propuesta artística de calidad altisonante. Estamos en presencia de uno de los contados casos en los que una obra unipersonal exige su presencia en el panteón de los clásicos de la cultura cordobesa. Quizás esta vez el arte teatral selle su estadía en la memoria, como intenta toda belleza poética que combate el irremediable olvido de la inmensidad.

Somos el equipo de redacción de Enfant Terrible: el resultado de millones de años de evolución aglutinados en este irreverente existir.

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