Fabián Tomasi: un símbolo de lucha contra los agrotóxicos

Un día como hoy, hace dos años, falleció Fabián Amaranto Tomasi, un claro ejemplo de los estragos que generan los agrotóxicos en la fisiología humana. Al día de la fecha, no hay nada que festejar. El avance de los agrotóxicos a nivel mundial, la unión entre Monsanto y Bayer, y las miles de causas por los daños causados por estas sustancias tóxicas utilizadas en la agricultura reflejan un escenario desesperante.

Foto: Pablo Piovano, "El costo humano de los agrotóxicos"

Fabián Amaranto Tomasi, autodefinido como "la sombra del éxito", diagnosticado con "polineuropatía tóxica metabólica severa" tras años trabajando para el reabastecimiento de los aviones fumigadores de una empresa agrícola. El 7 de septiembre del 2018, se daba a conocer su muerte después de años de un padecer físico y psicológico por los daños causados por los agrotóxicos con los que se vinculaba habitualmente.

Luego de cinco días de internación a raíz de una neumonía, Fabián daba fin a su lucha contra la hegemonía de los agrotóxicos a nivel mundial. Tomasi había sido peón de campo y obrero antes de conseguir trabajo en 2005 para la empresa Molina en su Basavilbaso natal, en Entre Ríos, a unos 200 kilómetros de Paraná. La coyuntura de Fabián ya estaba en agenda cuando se comenzó a visibilizar su padecer en una nota con el programa La Liga, también fue la tapa del libro "Envenenados", de Patricio Eleisegui, y protagonista de la exposición "El costo humano de los agrotóxicos", de Pablo Piovano, fotógrafo de Página 12.

En una entrevista a Télam unos años antes de su fallecimiento, Tomasi declaraba: "Nunca pensé que iban a descuidar tanto. Yo tenía que abrir los envases (de agrotóxicos) que dejaban al costado del avión, volcarlo en un tarro de 200 litros para mezclarlo con agua, y enviarlo al avión a través de una manguera". Sólo le habían dado un consejo, comentaba: "No lo hagas en contra del viento, así los gases no te afectan".

Foto: Pablo Piovano, "El costo humano de los agrotóxicos"

La piel de Fabián tenía contacto estrecho con tóxicos que en la actualidad están prohibidos en muchos países: glifosato, DDT, endosulfán y otros agroquímicos. Él en sus testimonios comentaba que no usaba nada que lo proteja de los venenos que manipulaba, ni guantes, incluso solía trabajar descalzo. Comentaba que no quería colocarse los trajes porque eran insoportables, más que nada en el calor incesante del verano, pero aun así, se lo exigían los hermanos Molina, sus jefes, que años más tarde (justicia poética) murieron de cáncer.

La periodista Fernanda Sandez, autora de La Argentina fumigada, comentaba: "Muchos no supieron o no quisieron decirle lo que tenía, hasta que llegó a conocer a un médico que llegó a ser intendente de Basavilbaso, el doctor Alberto Lescano, que le confirmó que tiene una polineuropatía tóxica . O sea, había estado en contacto con tóxicos que le habían provocado una serie de desajustes a nivel corporal, que sólo eran explicables por una alta exposición de sustancias tóxicas".

Fabián en primera persona aclaró antes de su muerte en una entrevista con un periodista alemán: "Nadie sabe cómo estos millones de toxinas que se hunden en el suelo [los agroquímicos] están afectando nuestra salud. No hay estudios a largo plazo. Científicos de la Universidad de La Plata visitaron Basavilbaso. Encontraron el veneno en nuestra agua y en el aire. Aquí en Argentina fuimos siempre un laboratorio de negocios agrícolas y una industria química desde que Monsanto entró en el país bajo circunstancias sospechosas en el año 1996. Ahora hay miles de víctimas".

Foto: Pablo Piovano, "El costo humano de los agrotóxicos"

Fabián hasta sus últimos días no dejó de aclarar que él era el fiel testimonio de los agravantes físicos y psíquicos que tienen los agrotóxicos en la vida de lxs sujetxs.

En uno de sus últimos discursos en el ámbito público, en la universidad de Rosario, ante médicos y estudiantes, Fabian sentenció: "Háganme la gauchada de ayudar a las personas afectadas y no quedarse nada más que en darle remedios, sino en tratar de buscar la manera de enseñarles qué es lo que les pasó. Ya gran parte de la sociedad nos ha dejado solos, y digo solos refiriéndome a la cantidad de gente que al saber que venía me pidieron que hablara de ellos. Muchos de ellos, con nietos ya fallecidos. ¿Qué podemos decir de esa crueldad? ¿Cómo podemos quedar tan tranquilos con esta tremenda pasividad de dejar fallecer a una criatura, de ver sufrir como yo he visto o muchos que aquí han visto sin siquiera acercarse a los familiares, a decirles 'esto puede ser por motivo de tal o cual cosa'? Si no nos despertamos de esto, no hay futuro. Yo les puedo asegurar que no hay futuro."

Foto: Pablo Piovano, "El costo humano de los agrotóxicos"
Tesista en la Licenciatura de Psicología y estudiante del Profesorado en Psicología en la Universidad Nacional de Córdoba.

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