Por un feminismo antineoliberal, con nuestras conquistas como piso y no como techo
¿Qué pasó con el movimiento feminista desde la aprobación de la I.L.E. (Interrupción Legal del Embarazo), hasta la actualidad? Enfant Terrible dialogó con Gabriela Bard Wigdor -militante, investigadora del Conicet y una de las fundadoras de la organización feminista “El Telar: Comunidad Feminista de Nuestra América”- sobre la importancia de los feminismos en los últimos años, las dificultades del contexto actual y de qué manera se está gestando un movimiento “antineoliberal que represente a las mayorías”.
Por Agostina Polischuk y Agustina Chora para Enfant Terrible
35° Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans y No binaries en San Luis. Foto: Débora Cerutti/Enfant Terrible
El 3 de junio del año 2015, mujeres cisgénero, lesbianas, bisexuales, travestis y trans que vivimos en contextos políticos, económicos y culturales heterogéneos, ocupamos las calles en diferentes puntos del país y su resonancia traspasó fronteras. Cerca de 500 mil personas nos apropiamos del espacio público para poner un freno a los femicidios y a la violencia machista. Fue el primero de muchos con una movilización semejante: los encuentros nacionales (ahora plurinacional de mujeres, lesbianas, bisexuales, trans, travestis y no binaries), el paro nacional de mujeres, las marchas y actividades por la Interrupción Legal del Embarazo y los pedidos de justicia por diferentes compañeres, como fue el caso de Higui, Micaela García, de Belén o de Tehuel de la Torre (desaparecido desde el 11 de septiembre del 2021 hasta la actualidad).
Las demandas feministas, históricamente reclamos de un sector minoritario, se hicieron transversales en la agenda pública del momento. Un colectivo conformado en su mayoría por mujeres-cis y disidencias, explotaban las calles en cada convocatoria y producía, al mismo tiempo, nuevos sentidos y lenguajes para viejos problemas. Entre estos, la violencia por razones del género y las formas en las que se reproduce, la justicia patriarcal y el abuso de poder; los privilegios de la masculinidad hegemónica y de la cisheterosexualidad, los mandatos patriarcales en la crianza, en las organizaciones sociales y en las relaciones sexoafectivas. La falta de equidad en las tareas de cuidado, se hizo eco en la consigna “Eso que llaman amor, es trabajo no pago”, desprendiendo temáticas en la distribución económica como la brecha salarial y el techo de cristal.
Uno de los temas centrales fue el aborto, la libertad de decidir sobre nuestros cuerpos y las condiciones clandestinas e inseguras a las que éramos empujadas a realizar los procedimientos, donde muchas de nosotras morían. Y fue, además, uno de nuestros grandes logros: en diciembre del 2020, se sancionó la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (27.610), y al año siguiente se promulgó. El “pañuelo verde” se había constituido en la representación de nuestras luchas a nivel global y en la esperanza de que por fin, se nos estaba escuchando.
Para que las cosas cambien, hay que discutirlo todo
Para Gabriela Bard Wigdor, los feminismos son una teoría social, una praxis militante y una forma de vida, un lente desde donde mirar y vivir. “Me salvó la vida y salva vidas”, afirma convencida. Es que para muches se trata de un despertar, de entender las problemáticas individuales como consecuencia de un sistema cultural, político y económico. En ese sentido, los feminismos implican “una teoría muy poco domesticable porque atenta contra el corazón capitalista que es el heteropatriarcado”, es el gesto más rebelde que se puede tener ante la vida, cuenta Gabriela.
Entonces, si veníamos de un posible “cambio de paradigma” en donde parecía no haber vuelta atrás: ¿Cómo es posible que, ante un panorama que involucró a la población, las instituciones y los medios de comunicación, no lo percibamos? Hay análisis e indicadores que incluso, hablan de un empeoramiento en la calidad de vida. “A nivel de avance social retrocedimos un montón, no solo el movimiento social de los feminismos sino de la sociedad en sí”, confirma nuestra entrevistada.
Es difícil identificar a ciencia cierta los motivos, sin embargo podemos hipotetizar que a nivel estructural, la pandemia fue uno de ellos. Este suceso mundial, impactó directamente en la dinámica social, política y económica tal cual la conocíamos. No solo se pulverizó la potencia del encuentro y la apropiación del espacio público. El modelo de desarrollo neoliberal, que antes del COVID-19 ya ofrecía muy poco a la gran mayoría de la población, con el contexto pandémico se terminó de profundizar. La concentración del poder económico se evidenció como nunca, enriqueciendo al 1% de la población mundial.
Como la amnesia colectiva en los tiempos que corren parece instalarse con mayor facilidad, es preciso recordar que, previo a la pandemia, el gobierno de Mauricio Macri firmó un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Contrajo la deuda más grande que se otorgó en la historia del FMI, convirtiéndonos de “ciudadanos a consumidores y de consumidores a deudores”. Según menciona Gabriela, una de las discusiones que todavía tenemos pendientes, es la importancia de reconocer el aporte a la economía nacional de las tareas de cuidados y su reconocimiento como tareas que sostienen la vida en general.
Pese a la deuda externa y a la pandemia, durante el 2022 hubo una recuperación sostenida de la economía según el último informe elaborado por el Observatorio de Géneros del Centro de Economía Política Argentina (CEPA). Sin embargo, las brechas de género se siguen manteniendo. En el contexto actual, la alta inflación y pérdida del poder adquisitivo de los salarios se suma a la precarización laboral que es estructural para mujeres cis, lesbianas, travestis, trans y personas no binarias. Se podría decir, que el nodo crítico de las desigualdades de género, se encuentra en la falta de distribución de la riqueza: 7 de cada 10 personas pobres, son mujeres y además, son las más endeudadas.
Nuestros reclamos por la redistribución del ingreso, generan un recrudecimiento en las reacciones y en los discursos de quienes lo reducen a una “ideología de género”, desconociendo intencionalmente su trasfondo. Su máxima expresión se encuentra en el actual candidato a presidente, Javier Milei, y sus dichos afirmando que, para él, tal brecha no existe y que si hay más varones que mujeres es más por una cuestión de formación y experiencia que de económica y política. Obviando los motivos por los que los varones pueden destinar más tiempo a formarse y proyectarse profesionalmente, a diferencia de las identidades feminizadas que anteponen la vida de otros/as antes que los propios proyectos. Siendo así ¿Cómo tomarse con tanta liviandad que no se trata de una organización estructural, cuando la mayor parte de la concentración de los capitales la poseen los varones-cis-heterosexuales?
35° Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans y No binaries en San Luis. Foto: Débora Cerutti/Enfant Terrible
Discusiones pendientes: ¿Hacía dónde vamos?
Si los feminismos llegaron para discutirlo todo, también es necesario hacerlo puertas para dentro. Entendemos que, en lo que respecta a las relaciones de poder, entre los movimientos sociales, el Estado y el sector empresarial (incluyendo a los medios de comunicación social hegemónicos), poner el foco en “dónde están las feministas” es un chiste sin remate. Porque de hecho, estamos en todas partes. Desde la vecina que te acompaña a denunciar a tu agresor; las que sostienen las ollas populares asegurando siempre un plato de comida; las que están en las aulas defendiendo la Educación Sexual Integral. También en las y los jóvenes que se movilizan en cada lucha estudiantil, en el cuidado del ambiente y la soberanía de nuestros cuerpos y territorios.
Lo que sí parece evidente, es nuestra disgregación. El miedo a las discusiones, lejos de aminorar las diferencias, las convierte en apariencia irreconciliables. Es al calor de los debates que pudimos aglutinarnos masivamente. Entonces, pretender hacer del feminismo, un bien rentable y mainstream, no fue el mejor de los caminos. Tampoco lo fue hacer de la transversalidad de la lucha, una identidad encorsetada alrededor de la genitalidad como el feminismo radical, las “TERF”, lo viene planteando hace años.
Gabriela habla de la necesidad de realizar una autocrítica de quienes formaron y forman parte del movimiento. Por un lado, reducir a características biológicas e individuales lo que se planteaba como una organización histórica y política, produjo la despolitización y segregación de los reclamos. Por el otro, la trampa de la “inclusión” que produce efectos y sentidos sólo alrededor de temas como la violencia de género, considerando únicamente la que se ejerce del hombre hacía la mujer y de manera física, sin problematizar la estructura desde donde se produce.
“No significa resignar agendas sino poner en práctica la escucha. No estoy a favor de la inclusión a cualquier costo, porque estamos diciendo que éste sistema no nos va a incluir en igualdad de condiciones. Es una mentira, en tanto no se modifiquen las estructuras patriarcales que se sustentan sobre el trabajo invisible y no pago de las mujeres y la explotación de nuestros cuerpos para la reproducción de la vida”, aclara.
¿Cómo pretendemos recuperar la potencia para discutir qué tipo de sociedad queremos para nuestro futuro, si no estamos dispuestas a incomodarnos en el camino? La “urgencia” no puede seguir siendo el pretexto para correr las discusiones que nos debemos. En su momento fue por la aprobación de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo; actualmente es por “no hacerle el juego a la derecha”. ¿Qué tanto se puede demandar “deconstruir” una sociedad, sin discutir las propias prácticas?, ¿Cómo construir nuevos horizontes cuando la urgencia de lo social, económico o político, se ha transformado en la “nueva normalidad”?
35° Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans y No binaries en San Luis. Foto: Débora Cerutti/Enfant Terrible
Feminismo antineoliberal como agenda
El pasado 28 de septiembre, día de conmemoración histórico por el derecho al aborto, se convocó a los feminismos para ocupar nuevamente las calles bajo la consigna “La libertad es nuestra”. No solo se salió en defensa de ese derecho recuperado, sino que se levantaron otras consignas como el fortalecimiento de la ESI, de la educación y salud pública, en contra del ajuste del Fondo Monetario Internacional y la exigencia por la implementación de políticas que reconozcan las tareas de cuidado.
Los motivos sobran, pero pareciera que al electorado poco o nada lo interpela sobre cuál será la relación que vamos a tener con el Estado. Teniendo en cuenta que lo que está en discusión, también es en mayor o menor medida, la criminalización de las protestas, la libertad de cerrar ministerios y de gestionar despidos, el intento por dar marcha atrás los derechos ya ganados (como el aborto legal y la ESI) y la privatización de bienes y servicios públicos. La tensión con nuestros derechos civiles, es constante. “La justicia social tiene que ser el eje transversal de los feminismos con todo lo que implica”, reflexiona Gabriela sobre cuáles son los temas que deberían de ponerse en agenda.
Si bien, para Gabriela, “el feminismo en Argentina está teniendo problemas para construir agenda colectiva”, un horizonte posible, es el que vienen proponiendo los feminismos populares. Un modelo “antineoliberal” que discuta la “financiación de la deuda” que nos saque del lugar de deudoras, para regresar a ser ciudadanas con derechos. En caso contrario, “las leyes promulgadas pasan a ser algo que le debemos al Estado”, comenta.
Las leyes por las que se lucharon, son los derechos que se tienen como piso en un contexto colapsado. ¿En qué momento se convirtieron en un privilegio? Que el Estado y las instituciones den cada vez menos oportunidades, no hace a una persona privilegiada por tener acceso a derechos básicos. Pero reducirlos para que sean unos pocos quienes puedan tenerlos, sí.
“Un derecho es abarcable para todas las mayorías pero un privilegio es en tanto y en cuanto es accesible para los sujetos en condiciones particulares como ser: blanco, heterosexual con poder adquisitivo que te permite sostenerte en esa posición, mientras otros se ven perjudicados”, sintetiza Gabi.
Reorganizarse en defensa de los derechos humanos es parte de la agenda, como también lo es el trabajo doméstico, las tareas de cuidado, la mercantilización de la sexualidad y la pornografía mainstream. Primero debemos regresar al punto de partida que es lograr agruparnos y afectarnos de manera comunitaria: “tenemos que volver a encontrarnos, salimos mucho para afuera y se nos está desarmando el espacio de acuerpamiento entre nosotras y lo que se viene no está fácil”. Concluye la entrevistada.
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