Amber Heard, Johnny Depp y ¿el post Me Too?

Aunque para muchos resultó evidente que Johnny Depp ganara el juicio y alegan que lo hizo porque es, principalmente, varón, millonario y famoso—y no por el proceso judicial que ambos atravesaron—, sería complicado creer que luego del Me Too esto se resuelve fácilmente ¿Todo lo que se dice públicamente es verdad? ¿Decirlo no tiene consecuencias? ¿Esta resolución es la victoria del patriarcado o podemos encontrar algunos matices?

A pesar de que muchos consideraron obvio que Depp ganara el juicio y alegan que lo hizo porque es, principalmente, varón, millonario y famoso—y no por el proceso penal que ambos atravesaron—, sería complicado creer que luego del Me Too esto se resuelve fácilmente. Ante todo, porque se enmarca en un contexto en el que no existe más la presunción de inocencia, sino más bien ser culpable hasta que se demuestre lo contrario. Cuesta admitir esa condición, pero lo cierto es que ahí estamos.

En estos días, me encontré con diversas publicaciones que postularon, de manera catastrófica, que este fallo implicaría algo así como un "inaceptable golpe al feminismo", tomándolo como una victoria del más rancio patriarcado, como el triunfo de los "machos de derecha". Lamentablemente, perdieron de vista los enormes matices que presentan casos como este.

Por ejemplo, que quizás no todo lo que se dice públicamente es verdad, y que decirlo tiene consecuencias, que la violencia en las relaciones amorosas y afectivas no siempre es unilateral, que a veces viene de ambos lados.

Reconocer que esto existe no niega, en absoluto, que en muchos casos la violencia sí es unilateral, que la violencia de género existe, que hay mujeres que sí son violentadas por sus parejas. ¿Por qué lo invalidaría? ¿Por qué no puede aceptarse la coexistencia de estas situaciones?

Me refiero a discursos como el planteado en esta publicación de Cosecha Roja: "La cuestión es ¿eso invalida las denuncias por violencia de género? ¿suma a los adeptos del Nadie Menos? ¿barre con años de visibilización de que nos violan, nos matan, nos prenden fuego por el sólo hecho de ser mujeres? ¿suma más argumentos al “a los varones también nos matan”, aun cuando, jelou, a ustedes también los matan varones y no por su condición de hombres?"

Es en esa encrucijada en la que nos imponen quedarnos. Parece que no podemos pensar por fuera de ese juego: o todas las mujeres dicen la verdad, o si no la dicen hablan por víctimas reales, hacen "justicia" por ellas; y por otro lado, que los varones siempre mienten. Una situación no anula a la otra. ¿Quién pensaría que porque este caso lo pierda una mujer entonces todas mienten? En definitiva, se recae en los más comunes pensamientos, esos que hacen que comprender ciertos aspectos de la realidad sea más sencillo, que no haya lugar a ambigüedades, que nos resuelvan sin tanta vuelta.

Se vuelve a creer que estos casos clausuran toda posibilidad de denuncias de otras situaciones, y como consecuencia se confía nuevamente en que son los modos habilitadores de que "otras hablen". Parecía haber quedado lo suficientemente claro que aferrarse a ellos como transformadores de la realidad no sólo no funciona, sino que también ocasionó mucho daño en el medio.

Respecto al lamento que surge alrededor de los límites que tiene el Me Too, me pregunto: ¿Cuál sería el problema? Tampoco es la primera vez que queda a la vista. Mantener las "críticas hacia adentro" para evitar la deslegitimación de ciertas acciones feministas no puede mantenerse de por vida, esperando que las personas que no pertenecen al movimiento feminista o que no están en el centro del debate—que también son atravesadas por estos fenómenos actuales—, no puedan intervenir u opinar sobre estos hechos.

El feminismo no es una religión, es un movimiento político que está atravesado por conflictos permanentemente. Glorificar cualquier acción que se emprende en su nombre y hacerla intocable o sólo discutible para quienes integren el nicho tapa gran parte de la realidad. ¿A qué le fallamos al reconocer las limitaciones de estas acciones? ¿Ante quien debemos pedir perdón?

En ese marco, era probable que en algún momento las respuestas del otro lado comenzarana llegar. No podría sostenerse eternamente el fenómeno de la denuncia mediática que sólo tiene la versión de una parte afectada y esperar el silencio por parte de la otra.

Por otro lado, hacer alusión a que Amber Heard es bella, rubia y blanca, apelando a una especie de racismo invertido, para justificar que perdió el juicio es honestamente penoso. Esa no es una condición que la convierte en "mala víctima". Así como dar por sentado que nadie desconfía de que un varón, por ser carismático, famoso y "galán" pueda ser un golpeador. El mundo no es el mismo. El modo de ver las cosas parece haber cambiado. ¿Hasta qué punto esos criterios se mantienen? La cuestión no pasa por la eventual desconfianza que produzcan en el público Depp o Heard. Pasa por la transformación de la evaluación de condiciones de la acción de ambas partes.

Por último, creo que atribuirle a la resolución que finalmente tuvo el caso a un "avance de la derecha" por su manifestación en las redes es querer tapar una parte del problema. Es evidente que existe gran inquietud en torno a estos hechos y que no pueden ser tomados únicamente como respuestas antifeministas. Por eso no creo que el interés del caso esté solo en la espctacularizacion de la violencia, que además no es ninguna novedad cuando involucra a personas famosas, sino más bien en la tensión que produce en ciertos elementos que el feminismo había llegado a considerar en poco tiempo como estáticos e indiscutibles. Tal vez el caso también despierta un interés genuino en la complejidad de las relaciones sociales.

No es sencillo identificar las limitaciones propias de una época de la cual, a la vez, se es parte. Posiblemente los aprendizajes vendrán con el paso del tiempo, pero mientras tanto debemos hacer el esfuerzo por no quedar atrapadxs en una encrucijada, porque de nosotrxs también depende poder superarlas.

Licenciada en Comunicación Social, Universidad Nacional de Córdoba. Redactora en Enfant Terrible y autora de numerosos artículos publicados en distintos medios.

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