Casa Micaela: De las tareas de cuidado a los derechos de las trabajadoras de la economía popular

El proyecto de Casa Micaela se enmarca en el movimiento transfeminista y de la economía popular. Un espacio donde las promotoras territoriales le ponen el cuerpo a las desigualdades y a la lucha contra las violencias de género. No sólo son actrices políticas esenciales, sino que además hacen de la Casa algo más que un espacio de discusión sobre las formas del trabajo. “Es mi lugar en el mundo, es un cable a tierra”, cuenta Romina a Enfant Terrible
Inauguración de la Casa Micaela (18/11/2022). Foto: Huaila Coiset

Dicen que a la historia la escriben los ganadores. La historia oficial relatada por quienes deciden qué contar y qué omitir. Sin embargo, también existe una historia del boca en boca, de las narrativas que surgen por quienes resistieron al olvido y trascendieron dejando una huella la memoria. Casa Micaela es un lugar habitado por esas narrativas.

Este proyecto es un núcleo que vincula a las trabajadoras de la economía popular y trae la historia de un movimiento que creció en medio de los calores del verano del 2001. Un amplio abanico de consejerías y promotoras vienen impulsando desde hace años, toda una serie de programas vinculados a políticas de salud mental y de género, buscando brindar acompañamiento en los 15 barrios que articulan como parte del Movimiento Evita.

Aunque pareciera que la historia es cíclica, los contextos cambian. Quienes hasta ayer cumplían roles de cuidados obligadas por el mandato de ser “mujer y madre”, hoy reivindican sus tareas como trabajo no pago y como tal, reclaman el reconocimiento del mismo. Reclaman sus respectivos derechos. Trabajar por una salud mental comunitaria en situaciones de vulneración de derechos y violencia de género -entre otras problemáticas-, implica una exposición que, muchas veces, implica dejar de lado el propio cuidado

¿Cuál es entonces el límite cuando el cuerpo es una herramienta más de trabajo de quienes construyen espacios de cuidado? ¿Quiénes cuidan a quienes cuidan a las trabajadoras de la economía popular?

“Hay una decisión política de priorizar este trabajo que hacemos porque muchas veces queda invisible, y el tener una casa propia es un reconocimiento de que el dispositivo existía de antes, porque ya veníamos haciéndolo sin espacio propio, pero tenerlo nos potenció muchísimo y es algo que se tiene que multiplicar. Me parece que lo novedoso es que hay un equipo que acompaña el acompañar, y no conozco otros espacios que funcionen así” comparte Mila Scornavacce, parte del equipo central de Casa Micaela.

Desde Enfant Terrible nos acercamos al espacio y hablamos con otras de sus integrantes, Lu Danielle, coordinadora de la Casa Micaela, Romina Loíza, trabajadora de Casa Micaela y Sol Álamos (Carlitos), coordinador de la Casa Micaela, sobre sus roles como consejeras y promotoras territoriales, así como del surgimiento de la Casa, para algunas más que un espacio sobre discusión de trabajo, como Romina que lo define como “mi lugar en el mundo, es donde vos tenes un cable a tierra”.

-¿Cómo surge Casa Micaela?

Carlitos: Es resultado de un proceso territorial que data aproximadamente del 2016. Iniciamos las políticas territoriales que son las consejerías en género y salud integral en los barrios. Estos espacios lo sostienen trabajadores de la economía popular a través del Potenciar Trabajo. Actualmente, son tres los ejes vertebradores con los que trabajamos: formación constante, actividades de prevención y promoción comunitaria de lesbianas, mujeres, travestis, trans, no binaries y acompañamientos particulares por situaciones de violencias de géneros.

Lu: Las consejerías en Córdoba Capital se encuentran distribuidas alrededor de 15 barrios, veníamos soñando un montón con un espacio como Casa Micaela que pueda nuclear las demandas y necesidades, pero sobre todo fortalecer los procesos colectivos que se vienen dando. El 18 de noviembre del año pasado pudimos inaugurar este dispositivo donde no sólo funciona la articulación de todas las consejerías, sino también poder discutir cómo abordar estas problemáticas de manera integral. Con el tiempo, también nos llegaban otras consultas que quedaban por fuera lo que nos puso como desafío articular el trabajo comunitario de las consejerías, con lo productivo de la formación constante.

“Lo novedoso es que hay un equipo que acompaña el acompañar, y no conozco otros que funcionen así”.

Carlitos: Acá somos cuatro, pero afuera hay una gran red de promotoras territoriales. Con los años fuimos formando y gestionando un equipo interdisciplinario que acompañan a las consejerías, acompañamientos en espacios de escucha, socialización de herramientas técnicas de diferentes disciplinas, acompañar procesos integrales de salud mental para el reconocimiento pleno de sus derechos, tanto a quienes acompañan como a les trabajadores.

-La economía popular viene a poner en tensión este lugar del trabajado que, por no estar registrado, no se considera como tal, ¿ustedes proponen ese desafío?

Lu: Partimos de reconocer que es un trabajo, pero lo que falta son derechos laborales. Fue todo un desafío empezarnos a reconocer como trabajadores de la economía popular. Hay una cuestión de la identidad del “ser trabajadoras” que al no producir un bien material comercializable, al principio, las promotoras no se reconocían como tal, y fue una discusión que nos tuvimos que dar desde el transfeminismo.

La Casa Micaela lleva su nombre en conmemoración ala joven entrerriana Micaela García, militante peronista del Movimiento Evita, víctima de femicidio a sus 21 años. En su nombre también se bautizó la Ley Micaela. Foto: Huaila Coiset

Re-pensarse, un desafío permanente

Las consejerías son dispositivos comunitarios, en los cuales hay entre 5 a 10 promotores trabajan por cada barrio. Cada espacio tiene su coordinación de constructores territoriales y las coordinadoras van articulando según surjan las demandas. Comenta Carlitos: “también articulamos con otras unidades productivas; esto lo hace posible el conjunto de militantes y de trabajadores de distintas ramas. Entonces las consejerías funcionan como un espacio de formación desde la perspectiva de género, en todos lados hay situaciones de violencia y las promotoras tienen que estar ahí; además de funcionar como espacios socio comunitarios de trabajo textil, comedor, merendero, apoyo escolar, huertas comunitarias, escuelitas de fútbol, espacios culturales”.

“Tiene mucho que ver con cuáles son las modalidades de trabajo y cómo planificamos cada acción, en un permanente repensar, de construcción e incorporar la discusión de la salud mental popular, por ejemplo” agrega Mila.

Si bien hay promotores y promotoras que toman más la posta de la coordinación para ir pensando, organizando, programando y manteniendo articulaciones, no deja de haber un posicionamiento de coparticipación: “por ejemplo, ahora estamos por tener una mesa territorial de consejería que son reuniones para sostenernos y agruparnos, para hacer un balance de cómo venimos laburando. Puede venir una grupa ahora y después otra, pero no importa tanto quién esté a cargo, sino que podamos seguir sosteniendo las consejerías a lo largo del tiempo”, concluye Carlitos.

-¿Quién forma a quién cuando ingresa alguien nuevo?

Carlitos: Por lo general son trabajadoras del barrio, son grupos que van mutando. Desde el 2016 que la línea de formación es re importante y va en función de la demanda del contexto, como en el 2018 que estaba en disputa la aprobación de la I.L.E. (Interrupción Legal del Embarazo) o la E.S.I (Educación Sexual Integral). Las promotoras estuvieron formándose fuertemente cuando todavía no había sido aprobado el proyecto. En violencia siempre hay que estar al día, la complejidad es tal que el desafío es permanente.

Lu: Sí, y es saber articular entre saberes técnicos y saberes populares. Es la línea en la que vamos construyendo conocimientos, porque no hay una universidad que enseña y una consejería que aprende, sino que hay distintos saberes que van dialogando y encontrando puntos en común, corrernos de una construcción de jerarquías.

Inauguración de la Casa Micaela (18/11/2022). Foto: Huaila Coiset

-Me quedé pensando en la importancia de tener un espacio propio y que vienen desde el 2016 reuniéndose, ¿cómo o en dónde sucedían antes los encuentros?

Carlitos: Nace de una organización social que permitió que la red actual sea tan amplia, que va de una punta de la ciudad hacía la otra, y eso es gracias a la organización social y comunitaria que conecta nuestro trabajo, desde la 14 de Barrio Argüello, hasta Villa El Libertador y Comercial. Entonces, la intención de la red de consejerías es lo que posibilita sentirse parte de algo más grande y que luchemos todas por lo mismo.

Romina: Lo bueno es el constante apoyo entre consejerías. Las trabajadoras de la economía popular somos muy unidas, no hay peleas por quién ocupa el lugar de quién, es lo que siempre se ve. Tocaron casos, por ejemplo, de demandas de acompañamientos en San Martín, pero la persona vivía en Argüello y se la pasamos a la otra consejería porque entendemos que la ayuda es entre todas.

“Se le pone mucho valor a la red de como nos acompañamos, nos vamos fortaleciendo entre el grupo de compañeras, es como si fuéramos una tela de araña”.

-¿Cómo fue la articulación del transfeminismo de la economía popular?

Carlitos: La economía popular tiene una impronta feminista desde antes de que la nombremos como tal. Nace en el 2001 al calor de las ollas populares, tenía rostro de mujer, de identidad feminizada, aunque no se le ponía el título de feminismo, pero siempre fueron las mujeres y las travestis quienes sostenían las ollas y bancaban a las comunidades barriales. Las trabajadoras de la economía popular están desde la C.T.E.P. (Confederación de Trabajadores de la Economía Popular) ahora U.T.E.P (Unidad de Trabajadores de la Economía Popular) presentes en todas las ramas de trabajo, pero, necesariamente, tiene que haber un ámbito de discusión desde una perspectiva de género que sea transversal a todas las ramas, incluida la discusión de un montón de trabajadores y trabajadoras informales.

Inauguración de la Casa Micaela (18/11/2022). Foto: Huaila Coiset

En la actualidad existen entre cuatro a seis millones de trabajadores llamados no registrados o informales. Ante esto, Carlitos comenta: “actualmente estamos dando la discusión desde la U.T.E.P que la economía popular es un actor en la realidad de nuestro país y de la sociedad en su conjunto, un ejemplo fue durante la pandemia que no se quiso reconocer cuántos éramos les trabajadores no registrades y nos corrían preguntando '¿cuál es el número de trabajadores informales?', y cuando salió la oportunidad de anotarse en el I.F.E. (Ingreso Familiar de Emergencia), se dieron con que eran 11millones quienes no tenían un trabajo formal.

“De los cuarenta y cinco millones, un cuarto no accede al trabajo formal, esto nos indica que ya no debería estar en discusión la economía popular y habría que trabajar a partir de lo que tenemos. No corrernos con discursos que plantean: 'hay que integrarlos al mundo del trabajo formal'. Eso ya se viene intentando hace años, y no funciona”.

La experiencia de las consejerías de Casa Micaela implica reconocer un trabajo con abordajes que no sucederían de otra manera: “No se inventó en una universidad, no se inventó en una oficina de técnicos, ni en el CONICET. La construimos entre nosotres y asegura que una compañera con cuatro hijes a cargo, que no tiene a dónde quedarse, que sufre violencia y puede estar atravesando un consumo problemático, pueda en una consejería conseguir alguna respuesta, contención y cuidados” expresa Carlitos.

Partimos de que somos un sector estigmatizado”

Así como destacan la importancia del PT para su sostenimiento, también cuestionan el hecho de que hubieran recortes de estos planes desde el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. El complemento al salario que implica el Potenciar Trabajo apenas si cubre una parte ínfima de las horas invertidas. En este sentido, Carlitos sostuvo: “Sabemos que el PT no alcanza y queremos avanzar por más fortalecimiento. Desde nuestro ámbito gremial y sindical estamos dando la discusión de que no es a nosotres a quienes nos tienen que andar recortando, sino a otros espacios más privilegiados, pero no es que se vaya a caer todo esto por un recorte, al contrario, se sostiene y se fortalece porque le buscamos la vuelta. Partimos de que somos un sector estigmatizado que le sirve a los sectores capitalizados.

Por otro lado, Mila explica que “la salida viene siendo la movilización, mecanismos de luchas y resistencia de lo que nos pertenece, defender nuestro trabajo todos los días. Es fundamental saber que ese estigma es un ataque mediático y parte de los sectores del poder concentrado, como lo que está sucediendo ahora que quieren criminalizar al movimiento piquetero por llevar a sus hijes a las marchas” cuestionó Mila, haciendo referencia a los dichos de la ministra Tolosa Paz.

“En la pandemia decíamos: 'somos esenciales, somos la solución no un problema'. Cuando todes se encerraban en sus casas, las que dieron alimento y copas de leche eran trabajadoras de los merenderos y así perdimos a un montón de compañeras. Pero si no lo hacían ellas, no lo hacía nadie. No es algo que se pueda dejar de hacer porque el Estado no tiene la capacidad para hacer esos trabajos, pero sí tiene los recursos para reconocer esos derechos laborales, en lugar de estar allá pensando sus políticas y nosotras acá, viendo cómo hacer viable eso que propone”, criticó Scornavacce.

-¿Han acrecentado ciertas demandas en los barrios por el contexto de crisis?

Mila: Sí, se han recrudecido las violencias, el padecimiento subjetivo, el consumo, la soledad y las demandas parten desde todos estos lugares. Hay un pedido muy fuerte en construir espacios de salud mental comunitaria, pensar los propios espacios de consejerías como espacios para construir salud mental, trabajar en red para responder a toda esta complejidad y la intersectorialidad para buscar instituciones que sean responsables a la hora de acompañar y de contener, sabiendo que nos desborda el contexto.

Momentos previos a finalizar la entrevista, preguntando qué era para ellas Casa Micaela, surgieron suspiros, emociones encontradas ,que mezclaban las risas con el llanto y una síntesis grupal, que fue la respuesta de Mila al decir que, aunque suene contradictorio, porque es su trabajo, la casa es: “un lugar para descansar del malestar de la desesperanza, de un mundo horrible, o del desánimo. Es cruzar la puerta y poder respirar hondo, es encontrarse con un lugar de mucho respeto, mucho cuidado. Es eso, un descanso, un respiro, un aliento para seguir”.

Agustina, me dicen Chora. Profe de psicologia, pronta licenciada. Escribo y soy mi propia empleada cocinando.

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