Aunque fuera chorro: vivir valiendo poco

El 17 de noviembre el inspector Gabriel Isassi, el oficial mayor Fabián López y el oficial José Nievas iban armados y de civil en un auto particular. Interceptaron a un segundo vehículo que estaba estacionado frente a un kiosco. En él, iban Lucas González y tres amigos. Los efectivos policiales bajaron apuntando y sin identificación aparente. Los cuatro jóvenes escaparon rápidamente de la situación ante el temor de que esas personas -a las cuales no podían reconocer como policías- les hicieran algo. Lo relevante: Lucas está muerto. Lo irrelevante: si estaba o no robando.

Por Julia Pascolini para Enfant Terrible

Los hechos: el asesinato a sangre fría de Lucas González

El 17 de noviembre el inspector Gabriel Isassi, el oficial mayor Fabián López y el oficial José Nievas iban armados y de civil en un auto particular. Interceptaron a un segundo vehículo que estaba estacionado frente a un kiosco. En él, iban Lucas González y tres amigos. Los efectivos policiales bajaron apuntando y sin identificación aparente. Los cuatro jóvenes escaparon rápidamente de la situación ante el temor de que esas personas -a las cuales no podían reconocer como policías- les hicieran algo. Lo relevante: Lucas está muerto. Lo irrelevante: si estaba o no robando.

Perspectiva de Derechos Humanos: nula en los medios

Persecución y tiroteo en Barracas: un ladrón fue baleado en la cabeza” (Clarín) “Confuso episodio en Barracas: una persecución policial terminó con un chico baleado y tres menores presos” “Un cuarto adolescente se entregó en una comisaría acompañado de su madre” “Un cuarto sospechoso” “Supuestamente, fue en ese momento que comenzó un enfrentamiento a tiros entre los policías y los presuntos delincuentes” (Infobae) Así titularon y desarrollaron dos de los medios más reconocidos y leídos de Argentina.

Los comentarios no tardaron en llegar, en símil línea: “Qué mala puntería los canas!!! De cuatro, sólo rasparon apenas a uno!!!” “UNO MENOS” “Después de tantas pálidas, por fin una excelente noticia!!!” “"herido" dice, qué lástima que no lo mataron” “De cuatro no bajaron a ninguno,no hay ascenso para ninguno de los policías, y hay que enviarlos 6 meses a practicar tiro” no hace falta analizarlos demasiado para dar cuenta de algunas líneas de pensamiento: punitivismo, criminalización de la pobreza, justicia y pena de muerte.

Si bien el primer título (“Persecución y tiroteo en Barracas: un ladrón fue baleado en la cabeza”) fue modificado por “Barracas. Balean a un joven en la cabeza y denuncian a los policías por “gatillo fácil”” el link continúan rezando las mismas palabras: persecución, tiroteo, ladrón. Rezar, rezar, rezar. Para que no se lleven a más jóvenes de los barrios, sus amigos, madres, padres y hermanes rezan. Pero rezar no alcanza cuando lo que vale a la hora de jalar el gatillo es la cara, el auto o el barrio. Sin embargo, el punitivismo es transversal a todos los sectores y excede a las fuerzas de seguridad que son, en definitiva, personas disfrazadas.

El hecho de que se naturalice la muerte de un pibe porque “estaba robando”, en manos de un policía o de un señor que le da cuatro tiros incluso cuando el “delincuente” ya se había retirado de su casa (“Le dieron prisión domiciliaria al abuelo que mató de un tiro a un ladrón que entró a su casa”) habla de una necesidad social de castigar por sobre todas las cosas, sin preguntarse por qué alguien roba, o desconociendo las funciones del Estado. Desconociendo inclusive los derechos a los que debe acceder una persona que comete un delito tales como el acceso a un juicio justo, un debido proceso y una defensa oficial.

Esas prácticas, de ejercer la justicia por mano propia o de tomarse atribuciones abusivas siendo un agente del Estado, dan cuenta de una sociedad punitiva que justifica la muerte o el abandono, en la concreción de un delito muchas veces construido mediáticamente. La persona acusada de cometer un delito es condenada incluso antes de que se compruebe o no su culpabilidad. Una sociedad que construye chorros, delincuentes y criterios alrededor de la noción de inseguridad y de justicia regidos por la emocionalidad. Las leyes Blumberg, por ejemplo, fueron concretadas a partir del dolor de un padre que pierde a un hijo. Dolor que no es puesto en duda, pero que nunca puede justificar el aumento o recrudecimiento de las penas. Se trata también, de una sociedad que construye chorros y delincuentes según la proveniencia socioeconómica: ser pobre es ser chorro.

Lucas González. 17 años. Asesinado por la Policía de Buenos Aires.

El linchamiento que termina en muerte es homicidio

A partir de 2014 fuimos testigos de varios “linchamientos” en la vía pública a jóvenes que habían robado o estaban “sospechados de”, que terminaron en su muerte. Claudia Cesaroni dice en “Contra el punitivismo” que eso a lo que hemos sabido llamar linchamiento debe ser nombrado como lo que verdaderamente es: un homicidio. Las personas que llevaron adelante esos ataques, tomaron la decisión de hacerlo, no fueron brotes psicóticos ni errores. Las víctimas: varones jóvenes. David Moreyra fue asesinado por un grupo de personas, a golpes y patadas, luego de ser acusado de robar una cartera a una señora. Poco después se repitió la escena, diferente locación: Palermo. Un joven a quien muchos medios supieron describir como: “el ladrón” o “el delincuente”, recibió golpes que pusieron en riesgo su vida. Algunes vecines arengaban, según testigos: “mátenlo”. Literalmente, el objetivo era matarlo.

Entran por una puerta y salen por la otra”: la realidad del sistema penal

Es llamativa la afirmación, siendo que se trata de un sistema colapsado y sobrepoblado. La Unidad Penitenciaria Lisandro Olmos N 1, por ejemplo, tiene capacidad para 1800 internos, aún así cuenta con 2627. La Unidad Penitenciaria N 9, tiene capacidad para 1300 personas pero aloja 1.947. Además, en Argentina, casi la mitad de las personas privadas de la libertad están en calidad de procesades por motivos de “prevención”. Pueden llegar a estar años sin acceder a un juicio justo. No hay tal “entran y salen”. Lo que esconden estas afirmaciones es la necesidad imperante de que la cárcel funcione como depósito eterno de personas, tal como lo plantea Esteban Rodríguez en Circuitos Carcelarios. Es que quizás tenga que ver con que no son consideradas como tales, de ahí que su muerte se vuelva una práctica tan normalizada.

El hecho de que la cárcel deje tantas marcas sobre el cuerpo y la trayectoria de la persona privada de su libertad, también dificulta la posibilidad de acceder a una vida digna. El pedido de antecedentes penales, la criminalización de quien estuvo detenide y otros factores tienen consecuencias gravísimas: falta de acceso al trabajo, a la educación, a ser parte de una sociedad. Esas cosas tampoco son tenidas en cuenta a la hora de pensar a una persona que estuvo privada de su libertad. Más allá del motivo por el cuál se encuentra en esa circunstancia y si es o no culpable de haber cometido un delito su situación debe ser analizada, siempre, desde una perspectiva interseccional, de clase, género y sector social.

Aunque fuera chorro: vivir valiendo poco

A Lucas González lo mató la policía en una situación de gatillo fácil. Sin embargo, y sin malas intenciones, se reprodujeron muchos mensajes que pueden resultar criminalizantes hacia cierta población. Por ejemplo, decir que “solo estaba volviendo de entrenar”, o que “no estaba robando”, puede habilitar pensamiento o condenas sociales muy fuerte sobre la persona que efectivamente lo estaba haciendo. Es decir, afirmar que “Lucas no estaba robando” nos dice que quizás aquel que sí lo estaba haciendo merecía ser castigado. Esta clase de comentarios provinieron incluso de sectores militantes o “progres”. Es un sin querer de afirmaciones que legitiman lógicas de castigo y punición social.

Esos y otros comentarios tales como “UNO MENOS” refuerzan un imaginario colectivo que busca “soluciones” a problemas estructurales a partir del castigo. “Soluciones” porque aunque el número de personas privadas de la libertad aumenta, la “inseguridad”, no baja. Eso quiere decir que los hechos delictivos continúan sucediendo y aumentan. En una sociedad arrasada por las crisis socioeconómicas los hechos delictivos se constituyen como síntoma. En este sentido, es irrelevante si Lucas y sus amigos estaban o no cometiendo un hecho delictivo, porque el foco debe estar puesto en su muerte evitable y en la saña con que fue ejecutado. En la criminalización de la juventud y sobre todo de la juventud de los barrios.

Lo que debe importarnos de la muerte de Lucas es la búsqueda constante de personas a quienes criminalizar y culpar de las tragedias de un país, cuando no plantear el análisis inverso: ¿por qué se comete un hecho delictivo? ¿cómo deberíamos afrontarlo? ¿la cárcel sirve? Sin embargo, los hechos de gatillo fácil son la representación de que incluso el sistema penal más perverso de todos estiró sus brazos. Ahora no hace falta ir en cana, ni se tiene derecho a un debido proceso porque la muerte llega antes. Nacer en una villa, puede costarle la vida a cualquier pibe. Estar cerca del radar de un policía que necesita cumplir con una cantidad de arrestos por día, también.

Somos el equipo de redacción de Enfant Terrible: el resultado de millones de años de evolución aglutinados en este irreverente existir.

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