Metele Catú: "La cultura humaniza y genera belleza, por eso les jode"

El dúo compuesto por Martin Urribarri y Paulo De La Cruz Moreno dialogó con Enfant sobre el lanzamiento de su primer disco " A llorarle a Magoya". En esta entrevista exploramos las raíces callejeras de su música, su compromiso social y la importancia de la expresión artística en tiempos de crisis y avance del fascismo.

Murga, candombe, tango y milonga se fusionan en el nuevo álbum de "Metele Catú", el dúo musical (ex banda) compuesto por el rionegrino Martín Urribarri ("Mostacho") y el chaqueño Paulo de la Cruz Moreno ("Catú"), quienes presentaron hace días su primera creación: "A llorarle a magoya".

En su debut discográfico, los músicos y amigos irrumpen en la escena musical local con un viaje sonoro que va desde las milongas más arrabaleras hasta la alegría desbordante de la murga.

La calle es su raíz. Allí se conocieron, entre guitarras, risas y vino. Catú, vendedor ambulante, poeta de los encierros y guitarrista callejero. Martín, estudiante de artes, teatrero de oficio y músico por naturaleza. Esta mezcla hizo nacer una identidad que el álbum sabe plasmar. Dos murgueros y militantes políticos que decidieron llevar su arte callejero a un estudio casero para darle vida a sus deseos.


La tapa del disco, obra del artista Poyuelos Manyines, es una potente metáfora: dos payasos músicos que lloran. "El terror de los niños, que los payasos lloren", dice Catú. Esta imagen refleja la ambivalencia que caracteriza a los músicos, capaces de reírse a carcajadas mientras en sus interiores el dolor nunca deja de estar presente. "Somos dos tipos risueños y muy heridos por dentro", expresa Martin.
A pesar de la combinación de ritmos y géneros, el reír y llorar conviven en todas sus canciones. Porque así es la vida, como diría el Flaco: "y deberás crecer sabiendo reír y llorar".

Con una ironía sublime, letras que van de lo cómico a lo trágico, dos voces y estilos que parecen sacados de los 70's por su creativa y poética crítica social, Martín y Catú invitan a reflexionar sobre la realidad, la crueldad y el amor.

En esta entrevista, exploramos las raíces callejeras de su música, su compromiso social y la importancia de la expresión artística en tiempos de crisis y ascenso del fascismo.

Foto: Enfant Terrible.

A llorarle a magoya

Un tango satírico para el Presidente, una canción para las víctimas de la represión y una crítica mordaz a la devoción servil de la dirigencia política argentina a EE.UU., son algunos de las problemáticas abordadas en sus letras.

Una "cucarachera" que rescata la sublimidad de lo cotidiano, una milonga sobre revoluciones y caricias y una invitación a vivir hasta "el dolor más necio", complementan el diverso repertorio.

El amor como refugio fraterno de una hermandad ante el fallecimiento de una madre y un homenaje al icónico cantautor chaqueño "Zitto Segovia", cierran el álbum.

E.T: Es su primer álbum ¿Cómo fue el proceso de creación? ¿Cuál es su espíritu?

Catú (C): El disco lo trabajamos este año. Yo tenía unos temas, Martín otros y los dos nos llevamos bien a la hora de complementarnos y trabajarlo juntos. Benja Saiz Lepe, el productor, fue fundamental en este proceso, por lo que también consideramos este disco como suyo. Al igual que otros músicos que han formado parte de la banda, pero que por cuestiones de tiempo y otros motivos no pudieron continuar con nosotros. Con el Mostacho decidimos que la banda, aún con nosotros dos, tenía que sacar un álbum.

Tiene un espíritu de reivindicación de la música latinoamericana. Fusionando murga, milonga, tango, rock y otros ritmos. Tiene temas tristes, temas donde se escuchan risas y críticas sociales.

Martin (M): Grabarlo fue mucho más rústico que lo que uno ve en las películas. No nos fuimos al medio de la Patagonia a hacerlo ni nada por el estilo. Benja tiene un estudio en su casa y nos pasamos todo el año yendo a mandarle ahí.

E.T: Uno lo escucha y pasa de reírse a estar al borde de las lágrimas en un instante ¿Qué concepto o mensaje general quieren transmitir con este álbum?

M: El concepto fue apareciendo. Fuimos a grabar los primeros temas y también ahí fuimos jugando y componiendo los demás. Entonces el concepto fue mutando y naciendo desde nuestros encuentros en el estudio. Allí surgió una nueva faceta que consistió en grabar canciones graciosas, más relajadas. Y eso hizo al concepto. Tiene letras solemnes y serias, pero también distendidas y chistosas.

C: Hay temas que fuimos probando en nuestros grupos de amigos, gustaron y quedaron. La cucarachera, Villancico, son temas graciosos y críticos a su vez.

En la tapa del disco que hizo un amigo artista llamado Poyuelos Manyines hay dos payasos llorando. El terror de los niños, el payaso triste. Pero que le pone gracia a la tragedia. Y nosotros somos así, todo el día jodemos y nos reímos, pero en el fondo estamos bastante hechos mierda. Entonces nos gustó esa imagen. Hay un par de temas que comienzan o terminan con nuestras conversaciones y risas, nos pareció bien dejarlas.

Catú. Foto: Victoria Roulet.

E.T: En el tema adoctritango o en villancico hay una crítica al presente político del país. Como músicos y militantes ¿Qué ven que está sucediendo?

C: Yo creo que estamos viviendo algo muy similar a los 90's. Y a todo 90 le llega su 2001. Tengo esa idea de percepción circular de la historia. Esta realidad que estamos viviendo hoy no puede durar para siempre. Es una cagada y eventualmente el pueblo se parará de manos. Nosotros dos ahora estamos militando los Derechos Humanos en una organización como el Foro por la Libertad, la Democracia y los Derechos Humanos porque etendemos el valor de lo colectivo en medio de este retroceso social y político.

M: Sinceramente estoy decepcionado y desorientado con respecto a la política. O mas bien desamparado, creo que los militantes como nosotros hoy por hoy no tenemos referencias como en algún momento sí las tuvimos, y eso habla de cómo están las cosas en la actualidad.

E.T: El 2001 llegó con un estallido pero un estallido bastante organizado. Ante cada política neoliberal de privatización se levantaba un pueblo y nacía un movimiento. ¿Qué diferencia hay con hoy? 

C: Eso, la organización. Hoy existe poca gente organizada o que entiende la importancia de la organización. Hay mucha más gente que no cree en la política, pero sí en el individualismo. Uno porque está rodeado de amigos y gente del palo, pero no hay que comerse el cuento de la burbuja porque salís un rato y la derechización de la sociedad está latente.

En ese tema que decís hay una frase que dice 'el primero que pegó esta turba va detrás', porque nos imaginamos a Milei animándose a pegarle a un abuelo en el piso, como el primero que se animó a romper los consensos humanos más esenciales. Y luego lo siguió mucha gente que allí vio lamentablemente una salida.

Arte de tapa: Poyuelos Manyines.

La calle, la música y el trabajo

E.T: Son dos músicos que empezaron a hacer arte en la calle, en el espacio público, ¿Qué reivindican del artista callejero? ¿Cómo se entienden ustedes? ¿Trabajadores, artistas, artesanos?

Catú (C): El artista es un laburante, como un zapatero, como un albañil o alguien que hace periodismo como ustedes. Laburante que genera algo que ayuda a la gente. Y le pone toda su vida a eso. La diferencia es que el artista por ahí no genera plata inmediatamente, capaz que nunca. El artista callejero por lo general no hace su entrada principal con su música, con lo que hace en la calle. Es un laburo, pero no se lo reconoce como tal. 

E.T: ¿Por qué creen que sucede eso?

C: Porque por ejemplo en el caso de lo callejero, muchas veces a la gente vos tenés que generarle algo que no pidió. No fueron a buscarte a vos. Vos apareciste en su realidad y ofrecés una propuesta, una lista de temas nuestros y qué sé yo, pero tampoco alguien lo pidió.

M: Claro, no hay un 'mercado' que lo demande. No hay alguien que nos esté diciendo y ofreciendo pagarnos por hacer música, todavía. Es una cuestión espiritual nuestra de hacerlo porque amamos lo que hacemos. Capaz más adelante sí sucede y nos pagan por hacer un álbum, sería ideal.

Foto: Enfant Terrible.

E.T: Y en ese sentido, ¿Cómo se llevan ustedes con querer vivir de su producción artística?

M: Me gustaría que sea escuchado lo que hacemos. Un amigo me dijo que el otro día se levantó con una melodía del disco en su cabeza, eso es lo que queremos. Que nuestra música esté en la gente y después mínimamente poder vivir de lo que uno hace: componer, escribir, todo lo que dedicamos en aprender un instrumento, en aprender a escribir también, a leer, cosas que implicaron mucha formación. Queremos vivir de esto.

Yo me reconozco artista, hace poco igual y gracias a Metele Catú porque antes tocaba la guitarra y hacia covers y cosas propias, pero me costó decir: soy un ser creador.

E.T: ¿Dónde se funda ese miedo a percibirse como tal?

C: Para mí también fue así. Pasé mucho por la validación impositiva porque incluso uno se reconoce artista como parte de un colectivo. Primero escribí un libro de poesía y después empecé a hacer canciones y a mi entorno le gustaba. Y ahí me di cuenta que era un artista. Porque hice algo que le generó un sentimiento a mi otro inmediato. Llegué a definirme artista porque a otro le pude generar cosas. Y te dicen che, esto me conmovió o me hizo reír, eso es muy válido.

E.T: ¿Qué importancia tiene lo colectivo en el desenvolvimiento personal con respecto a la creación musical?

C: Mucho. Nosotros con el Mostacho compartimos una murga estilo uruguayo. Él a su vez tiene otra murga y otra banda donde hay amigos míos. Somos un gran colectivo. Mi experiencia de volverme músico consistió en estar en un entorno de músicos. Antes tocaba la guitarrita, qué se yo. Pero empecé a querer aprender y pensar cómo crear a través de ver lo que hacen estos tipos. Mi identidad de músico se forjó en lo colectivo. 

M: Si, para mí la murga también fue y es importante para reconocerme como artista.

Martin Urribarri. Foto: Victoria Roulet.

La cultura de la derechización

E.T: ¿Hay una especie de individualización en la industria musical hoy por hoy?

M: Hoy la realidad te indica que vos tenés que saber todo. La salida laboral para vivir del arte termina siendo pegarla con un tema de moda. Pero la realidad es que te tenés que dar maña con todo. Yo soy músico, pero me pagan por hacer sonido. La industria musical del siglo XXI te demanda saber producir, mezclar, arreglar, componer; tener que manejar tus redes sociales; tenés que hacer tus funciones, financiarte el disco, gestionarte fechas porque tampoco viene nadie a decirte vení a tocar no sé dónde. Es re multitasking la tarea del artista hoy por hoy.

E.T: Volviendo un poco atrás, el problema del reconocimiento al musico como un trabajador de la cultura ¿es propiamente cultural, político o económico?

C: Yo creo que es la mezcla de todo. Político, económico, social, cultural. Una mezcla todas juntas que se da. Y un momento económico poco favorable. Somos un pueblo que consume mucha cultura pero se acostumbró a no considerarlo un trabajo por el que se le tiene que pagar a sus trabajadores.

Te das cuenta que el problema es cultural cuando hacés un show y a la hora de pasar la gorra hay personas que no consideran que acaba de ver un espectáculo, un trabajo. Y al mismo tiempo no hay un mango. Así que esa gente va a tener menos plata para poner y también está esa movida de que todo tiene que lucrar, generar plusvalía y el arte no necesariamente es algo que genere productividad en términos capitalistas.

El arte genera belleza, algo que le hace bien al ser humano. Humaniza. Y lamentablemente el ajuste a la cultura que hay es justamente para deshumanizarnos.

En relación al arte en general y al arte callejero en particular estaría bueno que el Estado pueda financiarlo. Y que sea gratis para la gente.

E.T: ¿Ustedes creen que el Gobierno Nacional entiende esto y por eso justamente ataca y censura a la cultura?

C: Para mi sí. Claramente el sector cultural por naturaleza se diferencia en su gran mayoría de todo lo que representa Milei. Porque es propio del ser humano hacer cultura y consumirla y que eso cambie tu paradigma. Lo digo de nuevo: la cultura humaniza y genera belleza, por eso jode. Es algo que está del principio en el ser humano. Le da sentido de dignidad. Es un momento de introspección que todo el mundo merece tenerlo, tenga o no tenga para pagar, nazca donde nazca.

Foto de portada:Victoria Roulet.

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